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16.12.23

Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas.

El Caraguatá fue el mayor refugio subterráneo del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y su historia quedó signada por dos episodios trágicos. Allí fue asesinado por el MLN-T el peón rural Pascasio Báez. Y allí fue herido de muerte por el Ejército el integrante del MLN-T, Walter Sanzó. El libro reconstruye la historia del "Caragua" en base a documentos históricos y a los testimonios de protagonistas de estos y otros hechos allí ocurridos, y pone especial foco en ambos casos. Hay dos testimonios que sobresalen por sobre los demás: los de Ismael Bassini Campiglia y Enrique Osano Larrosa. Tanto es así que el subtítulo "Una tatucera. Dos vidas" puede entenderse como una alusión a las muertes de Pascasio Báez y Walter Sanzó, pero también a las vidas de Bassini y Osano. El libro es una historia del Caraguatá y al mismo tiempo es una biografía de estos dos militantes históricos del MLN que nunca antes habían hablado en público de estos temas.
Libro Caraguatá, de Leonardo Haberkorn

  Texto de la contratapa En Caraguatá. Una tatucera. Dos vidas, Leonardo Haberkorn presenta una rigurosa investigación periodística sobre los trágicos hechos ocurridos en el mayor de los refugios del MLN-T, la joya de la corona tupamara, el escondite subterráneo construido en la cabaña Spartacus, cerca de Pan de Azúcar. El libro ilumina como nunca antes dos casos funestos que ensombrecen la historia del Caraguatá. Uno de ellos es un episodio central en el periplo del MLN-T: el asesinato del peón rural Pascasio Ramón Báez Mena. El otro es un acontecimiento hoy casi olvidado: la muerte del tupamaro Walter Sanzó a manos de los militares durante el asalto a la tatucera. Dos de los tupamaros implicados directamente en estos eventos, Ismael Bassini y Enrique Osano, quienes hasta ahora habían guardado un silencio absoluto sobre lo que vivieron en la cabaña Spartacus, toman la palabra. Sus versiones contrapuestas se entretejen aquí con las voces de otros implicados —entre los que se cuentan varias fuentes militares— que Haberkorn ordena para elaborar un relato coral, tan lúcido e incisivo como revelador y necesario.

13.3.22

Elogio de un pacto de silencio

 ¿Eduardo Bonomi mató al inspector Rodolfo Leoncino en 1972?

La discusión volvió con fuerza ante la muerte del exministro, en un escenario cada vez más polarizado respecto al “pasado reciente”.

En grupos de WhatsApp de militares y de derecha circuló una foto de Bonomi con una imaginaria frase de Leoncino: “Después de 50 años y 25 días te espero, pero de frente no por la espalda”.

Leoncino era el jefe de seguridad del Penal de Punta Carretas. Fue asesinado el 27 de enero de 1972 por un comando tupamaro, en Maroñas, mientras esperaba el ómnibus para ir a trabajar. Tenía 50 años.

Las versiones de por qué el MLN decidió asesinarlo son varias. Oficialmente, la guerrilla señaló que Leoncino fue “ajusticiado” por maltratar a presos tupamaros. Samuel Blixen, en su libro Sendic, lo define como “un vigilante sanguinario que gozaba con las golpizas”. Jorge Zabalza, en Cero a la izquierda de Federico Leicht, sostiene que Leoncino impidió que un compañero recibiera asistencia médica, lo que habría derivado en su fallecimiento. En ese libro, Zabalza dice haber tomado la decisión de matar a Leoncino junto con José Mujica y Efraín Martínez Platero.

El guerrillero Alejandro Pereira Mena, en cambio, dio otra versión: Leoncino no había aceptado los sobornos que el MLN repartía a otros policías para que hicieran la vista gorda ante los preparativos de la fuga de Punta Carretas. En el libro Historias tupamaras Luis Nieto cuenta que tras haber matado a Leoncino el MLN se adueñó de esa cárcel por el terror que ganó al resto de los policías. Zabalza también declaró algo similar al respecto.

Bonomi fue acusado de integrar el comando que mató a Leoncino y de haber disparado la ráfaga mortal.

En 2009 el entonces senador Luis Alberto Heber, hoy ministro del Interior, lo dijo en una entrevista en el semanario La Democracia:

 “El candidato del Frente ha designado como futuro ministro del Interior nada más ni nada menos que al senador Bonomi, quien asesinó por la espalda en una parada de ómnibus a un policía, el Jefe de la Cárcel de Punta Carretas”.

Entrevistado por Emiliano Cotelo en radio El Espectador, Bonomi respondió que las cosas no habían sido así. “Fui procesado por algo parecido, para nada igual a lo que dice el senador Heber”, declaró. Dijo que todo se basó en declaraciones extraídas bajo tortura a otros integrantes del MLN y que él las terminó aceptando, también bajo tortura. Asumió su “responsabilidad política” por las acciones realizadas por el grupo guerrillero, pero agregó que eso “no significa ser materialmente responsable”.

Sin embargo, años después el asunto volvió. En 2018 el periodista Sergio Israel, en su libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, cuenta que al asumir su primera presidencia Vázquez quería designar a Bonomi como ministro del Interior, pero que no lo hizo porque había matado a un policía.

Dice el libro: “Otra idea que tuvo que ser cambiada a último momento fue la designación de Eduardo Bonomi en Interior. El Bicho advirtió a Vázquez que había sido acusado de la muerte de dos policías durante su militancia en el MLN-Tupamaros antes de la dictadura y que en uno de los casos era verdad. Fue entonces que Vázquez decidió que (José) Díaz, que iba a ser ministro de Trabajo, se ocupara de Interior y Bonomi pasara a lidiar con empresarios y trabajadores…”.

Bonomi recién sería designado en Interior en 2010, cuando José Mujica llegó a la presidencia.

Basado en lo relatado por Israel, en el programa televisivo Séptimo Día, en 2019, le pregunté a Bonomi si se arrepentía de haber matado a un policía.

Respondió que no podía arrepentirse de algo que no había hecho. Le cité el libro de Israel y respondió que el periodista se había equivocado.

Días atrás, tras la muerte de Bonomi y con este tema escalando temperatura en las redes sociales, el colega Nicolás Delgado entrevistó para Montevideo portal a Jorge Vázquez, exviceministro del Interior, cercanísimo colaborador de Bonomi y hermano del fallecido presidente Vázquez. Delgado le preguntó a Vázquez por este tema y el relato de Sergio Israel.

La respuesta de Jorge Vázquez resultó reveladora. Dijo:

 “Yo fui el que hizo el acuerdo con Bonomi. Lo hicimos en la sede del MLN en la calle Tristán Narvaja. Estaban ‘El Bicho’ y varios compañeros más de la dirección. Tabaré quería que ‘El Bicho’ fuera ministro del Interior y hace la propuesta. Y ‘El Bicho’ pide una reunión y Tabaré me manda a mí. Lo que se me dice a mí, y yo no miento, es: ‘Tabaré quiere a El Bicho como ministro del Interior, y El Bicho está acusado de tal cosa y no es una buena señal que con esa acusación él vaya a un ministerio donde puede generar muchas rispideces’. Y esto le transmití a Tabaré. Él dijo: ‘Bueno, corremos el riesgo igual’, porque estaba convencido que Bonomi podía ser un buen ministro del Interior. Pero frente a la situación de que la propia dirección dijo que podía generar rispideces, mejor era ponerlo en otro lado y evitarnos un problema. Tabaré lo entendió así y lo nombró ministro de Trabajo.  Y le fue muy bien”.

Vázquez agregó que las acusaciones contra Bonomi nunca cesaron, pero él nunca le preguntó sobre el tema.

“En mi relación personal con Bonomi, él nunca me dijo qué era lo que había hecho. Lo que sí me dijo es que lo que ha dicho en otras instancias: ‘Yo asumo políticamente la responsabilidad de todas las acciones que hizo el MLN’.  Si lo acusaban y fue cierto o no, no sé. Lo que sé es que en la tortura a veces es más fácil decir ‘fui yo’ que acusar a un compañero.  Y a veces el torturador se queda con la tranquilidad de que descubrió quién fue que cometió el delito y no le interesa indagar más”.

Es muy cierto lo que señala Vázquez: los militares “investigaron” torturando. Ese uso sistemático de la tortura y la falta de garantías de la justicia militar, terminaron por invalidar -en los hechos- todas sus conclusiones y sus condenas. No hay garantías ni certezas de que los condenados por los crímenes tupamaros hayan sido los verdaderos responsables. Muchos fueron presos muchos años por esos delitos, pero ¿fueron ellos?

Mediante la tortura los militares enviaron a la cárcel a miles. Mediante la tortura lograron que todos, incluyendo a los verdaderos culpables, se volvieran inocentes para siempre. Es una paradoja sobre la cual no he oído reflexionar a los grupos que hoy defienden a los militares presos por crímenes de la dictadura.

Por eso mismo y volviendo a Leoncino, no hay certeza de que su matador haya sido Bonomi. Pero lo que sí es seguro, es que el MLN lo asesinó, lo mismo que a decenas de otras personas.


¿Nunca le preguntó a Bonomi qué pasó? – le preguntó el periodista Delgado a Jorge Vázquez en la reciente entrevista.

“Jamás, porque hay una especie de regla de oro entre los que estuvimos presos y es que nunca nos preguntamos qué hicimos. Hay un respeto por el compañero. Hay un respeto por el compañero que pasó por la tortura y dijo lo que dijo y no dijo lo que no dijo y aguantó lo que aguantó y no aguantó lo que no aguantó. Ahí pasamos todos por la tortura. Entonces, lo que yo no dije en la tortura no se lo voy a decir a nadie, y lo que dije en la tortura, tampoco”.

Y agregó, por si no hubiera quedado claro el concepto:

“A pesar de que muchos delitos ya prescribieron y que ahora podríamos abrirnos y decir ‘yo sé que fulano hizo tal cosa’, hay un código de oro, que no lo implantó nadie, lo implantamos nosotros por la convivencia de 13 años de cárcel, tortura, apremio físico, psicológico, etcétera, que lleva a que hay cosas que nosotros no nos contamos”.

En su respuesta, Vázquez parece no percatarse de que está describiendo con orgullo un código de silencio que se parece muchísimo al que han esgrimido los militares para justificar su falta de aportes a la verdad histórica.

Es claro que el terrorismo de Estado es más grave que los atropellos de una organización armada privada. Pero eso no rebaja la gravedad de muchos crímenes que cometieron el MLN y otros grupos menores, incluyendo la ejecución de gente inocente y prisioneros inermes.

Los responsables de esos homicidios siguen guardando silencio, por las razones que Vázquez esgrime. La tortura militar los volvió inocentes y ellos no hacen nada para despejar las dudas. Que haya familias sufriendo, a las que nadie les explicó, con las que nadie se disculpó, ni les contó exactamente qué pasó, no parece tener importancia.

Así como indigna que los militares que tienen información sobre los desaparecidos no comprendan de una vez que la guerra interna terminó, ¿no cree Jorge Vázquez que ya terminó también el tiempo de los calabozos y la tortura? ¿No piensa que el país hoy no necesita silencio, sino verdad para sanar las heridas? ¿No asume que el dolor que provoca un asesinato es idéntico para cualquier familia?

En la entrevista Vázquez condenó, con toda razón, a los militares que no dan datos para ubicar a los desaparecidos, la mayor herida de todas. Y luego propuso un modo de superarlo: “¿Sabés cómo? Que entre la gente que participó en esas cosas o que estuvo en esos años -porque hubo mucho personal de tropa que participó, yo sé de cabos, de sargentos que participaron en la tortura, que estaban a cargo de los calabozos, a cargo de los presos, te llevaban al cuarto de tortura, te esposaban, te ataban, te tiraban en un colchón, llamaban al médico… eso lo hacía personal de tropa-, si todos aportan un poquito de algo, es muy probable que se reconstruya una verdad. Lo que pasa es que nadie quiere aportar un poquito de nada”.

Y de vuelta el asombro.

Porque Vázquez quiere que ese aporte de verdad lo pongan otros, mientras él admite, promueve y pregona un pacto de silencio casi idéntico en motivos y sustancia al que critica y propone levantar.

Es muy difícil que la verdad avance así.

El caso Leoncino, con todos sus eufemismos y opacidades, es un buen ejemplo.

4.3.18

La "noticia deseada", la "verdad antipática" y el Chueco Maciel

"Es una versión como tantas otras". "Eso es lo que dice él". "¿Por qué hay que creerle a Sosa y no a Viglietti? ¿Por qué esperó 40 años para hablar?".
Esos fueron algunos de los comentarios que he leído y oído en la prensa y las redes sociales respecto a la entrevista a Nelson "Cateta" Sosa, que publiqué en el diario El Observador el sábado 24 de febrero.
Los comentarios parecen responder al fenómeno que el periodista argentino Miguel Wiñazki llama "la noticia deseada": la gente cree o descree en las noticias según coincidan o no con su ideología y sus prejuicios.
Chueco Maciel, Leonardo Haberkorn, Nelson Cateta Sosa
De la entrevista, que más bien es una crónica, queda claro que el Chueco Maciel no se guiaba por ninguna ambición comunitaria, ni repartía nada de lo que robaba. La construcción ficticia que dice lo contrario es desmentida no solo por el testimonio de "Cateta".
Pero como el poder de "la noticia deseada" es cada vez más fuerte, vale la pena repasar los hechos.

1) En noviembre de 2017 el periodista Luciano Álvarez denunció en El País que Nelson "Chueco" Maciel, un delincuente que fue muerto por la policía el 18 de junio de 1971, figuraba como una víctima de la dictadura en una lista de la Secretaría de los Derechos Humanos para el Pasado Reciente, dependiente de Presidencia.
La denuncia hizo que Maciel, que tenía apenas 20 años cuando fue abatido, fuera borrado del listado de inmediato.
El coordinador del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, Felipe Michelini, negó que Maciel hubiera estado en la nómina de víctimas de represión.
Michelini faltó a la verdad. Yo mismo vi el nombre de Nelson Maciel en la lista, a la que me dirigí apenas terminé de leer el artículo de Luciano Álvarez.

2) La polémica en torno a la presencia de un delincuente común como Maciel junto con las víctimas de la represión militar interesó al colega Mauro Bettega, de la producción periodística de Nuevo Siglo TV.
Leyendo la prensa del momento en que Maciel fue muerto, Bettega encontró dos artículos muy importantes para entender esta historia, ambos del semanario Marcha.
El primero fue publicado el 25 de junio de 1971 con el título "La otra cara del Chueco Maciel". Se trata de una crónica panegírica firmada por Hugo Alfaro publicada una semana después de la muerte del ladrón.
Alfaro describe el cantegril (el barrio Plácido Ellauri) donde vivían el Chueco, Cateta y los demás integrantes de la banda y desliza una feroz crítica a la sociedad que permite esa miseria. El periodista elabora un retrato del difunto Maciel en base a testimonios anónimos que dice recoger en el cantegril:
"Un tornero que trabaja en La Comercial" dice a través de Alfaro: "Era flor de diablo. Pero, ¿y qué quiere? Aquí no es fácil escapar de la delincuencia. Y el delincuente, a su modo, es un rebelde. Primero roba porque no tiene qué comer, y después roba para vengarse de una sociedad inhumana e injusta".
Alfaro nos dice que "la gente" del cantegril (no hay ni un solo nombre en toda su crónica) "está tratando de convertir la astucia y el coraje del Chueco Maciel en un instrumento para el cambio y -ellos insisten- para la creación del hombre nuevo. Todos eran amigos del Chueco Maciel y se atropellan para exaltar su generosidad. 'Fue un Robin Hood, daba a los demás todo lo que tenía'".

3) Así, con ese nivel de rigor periodístico, Hugo Alfaro -redactor responsable de Marcha- puso el primer mojón en la leyenda de que Maciel fue Robin Hood: "Un tornero". "La gente". "Ellos". "Todos". Todas citas anónimas.

4) El otro artículo que encontró el periodista Bettega fue la carta de un lector de Marcha, publicada en la siguiente edición a la crónica laudatoria, el 2 de julio de 1971.
Se trató de una carta del lector Rodolfo Ponce de León, funcionario judicial que "intervino en todas las actuaciones jurisdiccionales referentes a Nelson Julio Maciel Rodríguez", el Chueco, en la justicia de menores.
Ponce de León señala que conoció al Chueco en 1967 y siempre intentó ayudar a su recuperación. Sin embargo, no fue posible. Cuenta que en la justicia hay informes psiquiátricos sobre Maciel que lo pintan como un individuo que padecía una "absoluta incapacidad para solucionar sus conflictos" y lo califican como "débil mental" y dueño de una personalidad con "rasgos psicopáticos". Recuerda que en abril de 1968 y febrero de 1969 Maciel fue herido a balazos por sus propios compañeros.
"Creemos que calificar a Maciel como 'astuto', compararlo con Robin Hood, y convertirlo en definitiva en una especie de líder o ejemplo para los oprimidos, es para quienes lo conocieron desde antes a él y su cantegril, una historia imperdonable. Se ha dicho que 'la verdad es siempre revolucionaria'; tal vez porque es antipática. Los muertos y la miseria merecen -Alfaro lo sabe- un poco más de respeto".

5) Queda claro que la historia rosa del Chueco Maciel no fue desmentida recién 40 años después, como arguyen algunos de los que cuestionan a "Cateta". ¡Fue desmentida apenas una semana después de que Alfaro la publicara en Marcha y antes incluso de la existencia de la canción de Viglietti!

6) El hallazgo de estos dos artículos por parte del periodista Mauro Bettega hizo que buena parte del equipo que entonces tenía Nuevo Siglo TV (ya no lo tiene, porque la empresa decidió discontinuar la mayor parte de su producción periodística) nos dedicáramos a buscar más datos para completar esta historia. La periodista Belén Danza revisó la prensa del momento. Es muy interesante leer cómo El Popular cubrió la muerte del Chueco Maciel. El diario comunista escribió en su edición del 20 de junio de 1971:
"Acribillado en un tiroteo con la policía en la madrugada del viernes cayó Nelsón Julio Maciel Rodriguez (casado, 20 años) quién cómo infanto juvenil hace más de tres años cobró popularidad conociéndosele como 'Chueco Maciel'. La trágica muerte del joven acechó a las 2:40 del viernes en Juan Acosta (Cerrito). Una media hora antes el 'Chueco' y otros dos jóvenes se desplazaban por el Cerrito de Victoria armados con revólveres al parecer también una arma larga. En Juan R. Rosas y Chimborazo interceptaron al guardia de Amdet, Mario Romero (casado, 43 años). Lo despojaron de unos 9.000 pesos, pero no conformes con eso exigieron a Romero que se dirigiese a su domicilio.
La esposa del trabajador sospechó que algo estaba pasando y no quiso abrir la puerta. El 'Chueco Maciel' y su compañero le dijeron: 'abra o le volamos los sesos a su marido'. A la señora no le quedó otra que franquearles el paso. En la casa el dúo obtuvo otros 40.000 pesos y entre otras cosas una batidora. Antes de irse balearon a Romero, dejándole una herida en la cabeza.
(...)
Los policías comenzaron a patrullar la zona hasta que avistaron a los rapiñeros. Dos de ellos huyeron a la carrera apenas vieron la camioneta policial. Pero Nelson Julio Maciel lanzó un disparo contra la camioneta con el revólver. La respuesta policial fue fulminante. Uno de los cuantos balazos que alcanzaron al joven le perforó el occipital (...).
Rodeado desde su infancia de miserables condiciones, ya los 15 años Maciel Rodríguez era un infanto juvenil que daba dolores de cabeza en los cantegriles. Se fugó varias veces de albergues del Consejo del Niño. Junto a él actuaron varios otros menores en rapiñas y hurtos diversos. Posteriormente pasaron a perpetrar toda clase de tropelías contra sus propios vecinos, particularmente en los cantegriles de Aparicio Saravia, Enrique Castro y adyacentes.
En la temporada de 1969 incursionó en Punta del Este y otros balnearios. Ese año se entregó a la policía y fue procesado por desacato. Pocos meses después salió de la cárcel pero sin otros horizontes que habían signado su infancia y su adolescencia". 
Tal parece que El Popular y Alfaro no escribieron sobre la misma persona.

7) Mi aporte a aquel esfuerzo colectivo del ex equipo de Nuevo Siglo fue ubicar a Ponce de León. Lo localicé y lo invité a dar su testimonio en el desaparecido programa Off the record (uno de los discontinuados de NSTV).
Aquí puede verse lo que dijo el ex funcionario judicial sobre el Chueco Maciel.




8) Una vez que se conoció el segundo testimonio de Ponce de León, el de 2017, comenzó la cantinela de los cultores de "la noticia deseada": ¿por qué hay que creerle?, ¿por qué habla ahora?, ¡esto es una campaña de la derecha contra Viglietti!
En un muro de Facebook leí que uno de los muchos que se negaban a creerle a Ponce de León escribió algo así cómo: la historia del Chueco Maciel es verdadera y quien la conoce es Nelson "Cateta" Sosa, el último sobreviviente de la banda, que vive en Suecia. ¿Por qué la prensa mentirosa y siempre al servicio de la derecha y el imperio no se anima a llamar al Cateta?
En noviembre de 2017 le escribí un mensaje a "Cateta", diciéndole que me interesaba conocer su testimonio y saber cómo habían sido las cosas.
Allí nació la crónica publicada en El Observador.
Quienes la leyeron habrán sabido que de sorpresa visitamos el cantegril con "Cateta" y aparecimos, sin que ella nos esperara, en la casa de Angélica Ferreira, una vieja vecina del "cante". "Cateta" le dijo : "Contale quién era el Chueco Maciel".

"Era solo un chorrito de barrio", responde ella. "Era bajito y siempre andaba de sombrero. Tuvo cosas buenas y malas", agrega. Las buenas no las enumera. Las malas: le pegaba a su mujer y, la peor, una vez dejó que la policía se llevara de los pelos a su propia madre en lugar de entregarse.
"¿Repartía el botín en el cante?", pregunta Cateta. "¡Qué iba a repartir!", se ríe Angélica. "Yo le dije a Viglietti una vez que vino: Hiciste una canción hermosa, pero es mentira".

9) El primer desmentido de Ponce de León fue publicado por Marcha, con una pequeña nota burlándose de él por ser joven. Pocos meses después, basándose al pie de la letra en la nota de Alfaro, Viglietti escribió la canción del Chueco Maciel, que dio nombre al disco Canciones Chuecas y se transformó en un éxito inmediato, un himno para la juventud rebelde.
La nota de Alfaro y la canción de Viglietti calzaban como anillo al dedo a las necesidades revolucionarias del momento: ponían foco en la miseria del cantegril, menoscababan a la policía y a las instituciones, justificaban la violencia como respuesta un régimen oprobioso e injusto. Tanto es así que el 1 de enero de 1972, cuando el MLN toma el aeropuerto de Paysandú y declara la guerra a las Fuerzas Armadas (recomiendo la descripción de este episodio que el recientemente fallecido Aníbal de Lucía hace en Historias Tupamaras), difunde una proclama que menciona en forma explícita al Chueco Maciel: "Cuando un hambriento del cantegril roba para comer (...) lo asesinan, como asesinaron al Chueco Maciel".
Ese verano, la murga La Soberana le cantó al Chueco Maciel: "El Chueco luchaba de noche y de día / la vida expropiaba y la repartía".
Luego, para completar la obra iniciada por Alfaro, Fernández Huidobro haría aparecer en uno de sus libros al Chueco Maciel como simpatizante del MLN.

10) Resumiendo: La leyenda en torno al Chueco Maciel fue iniciada por Hugo Alfaro desde Marcha. Viglietti se basó en ella para su canción. No es que ahora 40 años después alguien haya decidido desmentirla. El primer desmentido a la construcción de Alfaro fue inmediato y se publicó en Marcha una semana después.
No es solo Cateta quien desmiente que el Chueco Maciel haya sido Robin Hood. Por ahora, son tres personas con nombre y apellido: Nelson Sosa, Rodolfo Ponce de León y Angélica Ferreira. Todos son fuentes muy calificadas. Testigos o protagonistas de primera mano. A eso hay que sumarle las notas en la prensa de la época, incluyendo a El Popular, el diario del mismísimo Partido Comunista.
Del otro lado no hay nada. Ni siquiera un solo nombre puso Alfaro.

8.10.17

Lo que no se dice sobre la falsa toma de Pando

Como cada 8 de octubre, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) - Tupamaros volvió hoy a celebrar la llamada "Toma de Pando", ocurrida en 1969.
Esta vez lo hizo difundiendo en redes sociales un artículo de Julio Marenales, fiel reflejo de la historia oficial de la guerrilla.
Marenales titula su nota como "la toma de Pando" y en su interior habla del "copamiento de la ciudad de Pando". En realidad, ninguna de las dos cosas existió.
Uno de los primeros tupamaros, Aníbal de Lucía, con más sinceridad que los redactores del mítico relato rosa del MLN, ha puesto en sus justos términos lo que fue la acción de Pando: una serie de asaltos simultáneos.
Lo dice en el libro Historias tupamaras:

"El MLN no tomó Pando. Lo que hizo fue ir a la comisaría, a los bomberos, a dos bancos y a la central telefónica, pero cuando vos tomás un pueblo de verdad, te quedás con todo el pueblo, cerrás la entrada y lo mantenés una hora, dos horas, tres horas, lo que te dé la nafta. Pero lo que hicimos nosotros no fue tomar Pando. Tomar Pando es quedarse con Pando, aunque sea por quince minutos. Ser el dueño. Y cuando viene el Ejército, decís, bueno, tenemos tomado esto, vamos a hablar. Pero lo que ocurrió fue mucho menos que eso".

Toma de Pando, MLN, tupamarosEse "mucho menos" real, sin embargo, tuvo un altísimo costo de vidas: cinco muertos.
Marenales, en su artículo, solo recuerda los nombres de los tres jóvenes tupamaros que perdieron la vida en la operación: Alfredo Cultelli, Jorge Salerno y Ricardo Zabalza.
A Carlos Burgueño, un uruguayo cualquiera, que murió baleado por estar en las calles de Pando cuando lo sorprendieron los asaltos tupamaros y la obligada respuesta policial, Marenales no lo nombra. No escribe su nombre ni su apellido, como si no valiera la pena, como si el hombre no hubiera tenido padres, esposa y e hijos, como si su vida hubiera valido menos que las de Cultelli, Salerno y Zabalza.
Para el MLN hay muertos de primera y muertos de segunda.
Burgueño, Marenales, el pobre hombre se llamaba Burgueño.
Marenales apenas alude a su muerte diciendo que durante la operación "hay un enfrentamiento con heridos y un muerto por parte de la Policía".
La muerte de Burgueño fue objeto de versiones contradictorias. Lo que es seguro es que lo mató una bala perdida. Marenales le achaca la muerte a la policía. Pero -incluso suponiendo que así haya sido- Marenales se saltea por completo el hecho de que Burgueño nunca habría muerto si los tupamaros no hubieran ido a Pando aquel día.
Qué facilidad tienen los líderes del MLN para no asumir sus responsabilidades.
No es algo nuevo. Como también consta en Historias tupamaras, en su biografía escrita por Miguel Ángel Campondónico, Mujica se explaya tres páginas sobre los errores que su organización habría cometido en Pando sin nombrar siquiera a Burgueño, ni dedicar una sola palabra a su muerte gratuita.
¡Tres páginas hablando de errores y ni una palabra sobre la muerte de un inocente!
En Pando, además, hubo un quinto muerto: el sargento de la policía Enrique Fernández Díaz, herido por los tupamaros y fallecido tras varios días de agonía. A él, Marenales no refiere ni siquiera en forma anónima como hace con Burgueño. Es como si no hubiera existido, como si no hubiera muerto, como si los tupamaros no hubieran matado, como si los muertos de Pando hubieran sido cuatro y no cinco. 
Para el MLN hay muertos de primera, de segunda y también de tercera.
Reescribir la historia. Moverla. Contarla a piacere. Especialidad de la casa.
Una pequeña muestra adicional: en su artículo, Marenales insiste con una de sus afirmaciones preferidas: "el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros nunca fue una guerrilla". Era solo un grupo político que "realizaba operaciones de pertrechamiento y de propaganda armada".
Debería explicarle su punto de vista a las familias de las decenas de muertos que dejó el accionar de ese grupo de buenos muchachos dedicado apenas al pertrechamiento y la propaganda.
Siguiendo el razonamiento de Marenales, la jornada de Pando fue simplemente un acto propagandístico.
Una acción publicitaria que le costó la vida a cinco personas.

12.4.17

La poesía revolucionaria del Gordo Marcos

Eduardo Pérez Silveira, un salteño que pagó con su vida el haber integrado el MLN, es uno de los agonistas de Gavazzo. Sin Piedad.
A Pérez Silveira, a quienes sus compañeros llamaban "el Gordo Marcos" lo mataron y desaparecieron en 1974 en circunstancias que el libro relata y explica. Tenía 24 años. La última vez que se lo vio fue en el Hospital Militar. Según la versión que da el propio Gavazzo, lo llevaron allí de urgencia porque padecía una crisis respiratoria provocada por una granada de gas que él mismo le tiró dentro del cuartel de Artillería 1, conocido como La Paloma. Otros testimonios establecen, que más allá de la granada, a Pérez Silveira se lo torturó con saña en ese cuartel, donde Gavazzo era el segundo jefe.
Eduardo Pérez Silveira, Gordo Marcos, MLN tupamaros, Gavazzo Sin PiedadLos que leyeron el libro saben también que el Gordo Marcos escribía canciones y poemas. Pero no pudieron leer ninguna de sus obras porque los familiares y amigos entrevistados habían perdido todo registro de aquellos versos.
Sin embargo, hace unas semanas, uno de los amigos de Pérez Silveira, Juan Chiriff, me llamó para darme una noticia: él sí conservaba algunos escritos del Gordo Marcos.
En aquellos años, Chiriff había anotado con lapicera en un cuaderno las composiciones de su amigo. Y hasta hoy ha cuidado de ese cuaderno como un tesoro: "Yo lo admiraba", me dijo. "No porque era guerrillero, sino porque lo quería. Sin ser homosexual, yo amé a ese hombre. Era más que un hermano".
Su testimonio y los poemas encontrados de Pérez Silveira permitirán ampliar la próxima edición del libro. Adelanto aquí tres de ellos que, como todos, son fiel reflejo de una época y del modo de sentir de los jóvenes que se sumaron al MLN.


Como me duele
ay tu ser, en agonía
cómo enfría mi mente,
la tuya, prostituta y madre
todos los instantes
Como me calientan
los vericuetos de tu
fantástica experiencia... paupérrima
y esos seres que creas... al fin
inconcebibles
sus genitales vírgenes
cabezas putrefactas
cómo me duelen

Cómo sufro
los exóticos jardines
que toman forma en ti
y se van en el aire
ideas palidísimas
ornamentadas siempre
de infinitos, lánguidos brazos
y el disfraz
que las cubre
de colores radiantes
y los sombríos rincones
donde a veces te escondes
y tus inmensos ojos
y tu rostro
tan dulce, tan inocentemente irónico

Cómo me revuelvo
cómo me caliento
cómo te conozco
y...
ninguna lágrima
solo una carcajada
y después...
recordar que tus inmensos ojos
nunca vieron
morir un niño
deshidratado,
ni falta de medicamentos
reventar una anciana
ni los "pueblos perdidos"
Recordar
que tus manos suavísimas
nunca escarbaron tierra
ni tocaron la escarcha
ni la bichera de una oveja
ni las tetas de una vaca
ni un pico
ni una pala
ni un torno
ni una fragua
ni un martillo
Recordar
que en los vericuetos de tu mente blanca
no existen torturadores
que revientan los güevos
siembran choques eléctricos
"sueros de la verdad"
disparan por la espalda
maniatan y escupen a la cara
y después se maquillan la propia
para hacer uso
de cualquier pantalla
o carraspean sobriamente
y escupen mierda
en alguna radio,
que lucen sus mejores galas
y adoptan poses
para los fotógrafos
de los grandes diarios
Que pagan con mendrugos
una vida
que reparten tarjetas
para "leche barata"
o "carnet de pobreza"
y dan limosna

Y recordando,
entonces...
ya vislumbro
y comprendo
¡Sé por qué no soportas
a tu hermano guerrero!

¡Cómo te perdono!

...y si es necesario
en seguida te mato!
y después que me juzguen
... ¡si es necesario!!


***

POEMA SIMPLE

Hoy tengo a mi derecha
y frente al mundo,
las dos mujeres
que alguna vez soñé
y que no quise nunca
Y bebiéndome ¡el mundo!
con los ojos
y gastando a conciencia
kilómetros de espacio
bebe todo mi ser
la horrible angustia
de no tener a mi izquierda
y frente al mundo
la única que puedo
compartir a conciencia
kilómetros de espacio
para beber ¡la vida!
con la carne y el alma

***

RUTINA

Ay, de tu voz
delgado estilete
que lastima mis tímpanos...
rutina

Ay, de tu cuchicheo infernal
poderoso boomerang
alado,
que pasa lastimando
y vuelve

Ay, de tu cara lavada
y tu insípida boca
ay de tu corto camino
tu cuerpo incoloro
y tu entraña gomosa

Ay, de tu voz
inmundicia dulzona
que repite incansable
escóndete
tras la buena mentira,
que no te encontrarán
y serás libre

Ay rutina inconsciente
sé que detrás de ti,
está tu muerte,
y sé que te desgarro
si doy un paso al frente
¡¡Y te desgarro y grito!!
...mi triunfo...
a los que estructuraron
tu mansedumbre inconcebible
inerte...

Y si en ellos revives
un poema
entre los labios
tengo...
¡Una hoguera en las manos!
Y si canto, despierto
Y cuando canto, hiero
Y cuando toco, entibio
Y cuando quiero, quemo


Gordo Marcos, Eduardo Pérez Silveira, MLN



2.8.16

"No sirve para nada"

"Nos hacen estudiar historia de la dictadura. Es horrible. ¡Son 12 años! ¡Es mucho tiempo! Y no sirve para nada. Además, ya pasó, ya fue, están muertos, no van a aparecer. Queremos algo de ahora, algo moderno. ¡La historia del Pepe, por ejemplo! Eso estaría buenísimo".
Monólogo de una liceal avanzada, a propósito de sus clases de historia. Escuchado el lunes 1° en la cola de una caja del supermercado, mientras la cajera asentía y la madre sonreía como diciendo qué hija tan inteligente que tengo.

3.6.16

Gavazzo. Sin Piedad.

Después de más de dos años de trabajo, se presentó el libro Gavazzo. Sin piedad. La presentación fue radial, realizada en el programa No toquen nada, con el periodista Joel Rosenberg, el politólogo Daniel Chasquetti, y puede escucharse aquí. Lo dicho en los estudios de Océano FM también fue resumido en esta nota del portal 180.

Crítica y reseñas

Crítica en La Diaria.

Crítica en el semanario Brecha: (compartida con autorización).

Reseña en El País.


Entrevistas a propósito del libro:

Con Edmundo y Estefanía Canalda en 2030, en radio El Espectador.

Con Nicolás Lussich, en radio Carve.

Con Efraín Chury Iribarne, en radio Centenario.

Con Gustavo Villa y Luis Custodio en de 8 a 10, radio Uruguay

Con Jorge Traverso, en Tiempo Presente, radio Rural.

Con Álvaro Carballo, en Televisión Nacional

Con Aldo Silva en Fuentes confiables, radio Universal

radio Universal, fuentes confiables, gavazzo sin piedad
Foto: radio Universal












Con Daniel Figares y Pablo Alfano en Rompkbezas, de radio El Espectador.

Con Elio García Clavijo, en Carmelo Portal.

Con Macunaíma en Emisora del Sur.

Con María Inés Obaldía, en La Mañana en Casa, en Canal 10.

Con Christian Font, Soledad Ortega y Federico Paz, en Buen día Uruguay, Canal 4.

Con Magdalena Herrera, en el portal Ecos.


Contratapa escrita por el periodista Jaime Clara:

Gavazzo, libro de Haberkorn, Jaime Clara

10.10.15

Corrección a Jorge Zabalza

Jorge Zabalza fue entrevistado por el periodista Gerardo Tagliaferro, en su ya tradicional espacio en Montevideo.com llamado "Las 40". Allí el periodista le hace 40 preguntas a su entrevistado y en este caso la pregunta 18 fue:
-En el marco de la llamada "tregua" del año 72 estuvieron los trabajos conjuntos de militares y tupamaros en el Florida contra los "ilícitos económicos", por los cuales se llegó a detener gente. ¿Tenés constancia de que tupamaros hayan participado en torturas a detenidos por este motivo?
Zabalza respondió:
-No tengo testimonio directo de eso. Hubo gente que participó en el levantamiento y análisis de las declaraciones. Eso sí lo tengo claro. El que dice eso es el coronel Agosto (en el libro Milicos y tupas, de Leonardo Haberkorn). No he oído a ninguno de los compañeros que estuvo detenido en esos lugares -que fueron el Batallón Florida, el cuartel de La Paloma, el 9.º de Caballería y el Ingenieros I- hablar de que hayan participado en la tortura.
Milicos y tupas, de Leonardo HaberkornLa respuesta de Zabalza es equivocada, lo que dice no es cierto, y eso me obliga a escribir esta aclaración.
Milicos y tupas no fue escrito para denunciar que hubo tupamaros torturadores, que los hubo.
El libro ha tenido lectores atentos y críticos que han captado bien su espíritu general. Invito a los que tengan curiosidad a leer aquí las críticas de Guillermo Zapiola en El País y de Salvador Neves en Brecha, por ejemplo. O la presentación que hizo del libro el historiador Gerardo Caetano.
Pero el tema de los tupamaros torturados-torturadores vuelve una y otra vez.
Y entonces Zabalza dice lo que dice. Y lo que dice no es verdad.
Lo que el hoy coronel retirado Luis Agosto, que en 1972 era capitán, afirma en el libro respecto a la colaboración de tupamaros a la hora de interrogar a los detenidos por supuestos "ilícitos económicos" está en la página 156 del libro.


Cito en forma textual:
"Según el coronel Agosto varios tupamaros ayudaron en la tarea de teatralizar la tortura:
-Los tupas se prestaban para estar en celdas cercanas y gritar en esos momentos. Desde la pieza de al lado a la que usábamos para interrogar a los ilícitos, los tupas gritaban: '¡No, no me mates!, ¡no me mates!', y los tipos se asustaban y declaraban sin que les hiciéramos nada. Los tupas gritaban y los tipos se cagaban y pedían para confesar".
Es decir, lo que Agosto recordó en el libro es que hubo tupamaros que colaboraron para interrogar a los supuestos delincuentes económicos, pero él no dijo que hayan torturado junto con los militares.
Los que sí dijeron eso, y no puedo entender cómo Zabalza lo olvidó, fueron otros tupamaros, asqueados por los recuerdos de aquella situación.
En Milicos y tupas se recoge el testimonio del contador Carlos Koncke, preso en aquel entonces por tupamaro. Su testimonio está en la página 157:

"A mí los militares quisieron llevarme a interrogar, pero yo les dije que de ninguna manera, que eso era cosa de ellos. Pero recuerdo a un tupa que sí aceptó interrogar a los ilícitos, y fue. Yo lo vi. ¡Lo vi yo mismo! Era un tipo muy especial, un verdadero rico tipo. Y cuando volvió se ufanaba: '¡Yo le metí la cabeza en el tacho, sí!'. Estaba orgulloso de lo que había hecho".

También en el libro se incluye el testimonio de una tupamara que no quiso presentarse con su nombre verdadero, el único caso en el libro. Yo acepté su anonimato porque conozco los problemas que le sobrevendrían si se presentara en público con su nombre, Ojalá se hubiera atrevido a hacerlo, pero no se animó.
La llamé "Mónica" en el libro y su testimonio coincide con el de Koncke. Sus dichos refieren al trato que recibió en el cuartel de La Paloma el contador León Buka, uno de los detenidos durante la tregua entre militares y tupamaros.
El testimonio de "Mónica" está en la página 158:

"Buka fue torturado por gente del MLN. La idea era mostrarle al resto de los compañeros que la cosa iba en serio, que eso era una nueva revolución que se estaba llevando adelante. 'A estos hijos de puta les va a pasar esto de ahora en más'. Ese era el mensaje. Cuando lo devolvían de la tortura, una compañera que sacaba medicamentos de la enfermería le daba analgésicos y Valiums a Buka. '¿Qué estás haciendo?', le decían. 'Estoy ayudando a un pobre tipo' -respondía ella; la tortura nunca es admisible'".

En Milicos y tupas se recoge también el testimonio del tupamaro Pedro Montero, incluido en el libro Ecos revolucionarios (2003), de Rodrigo Vescovi.
Montero coincide con Koncke y con Mónica.
La cita está en la página 158 de Milicos y tupas. Le dijo Montero a Vescovi:

"Después se torturó a toda la gente de Jorge Batlle y participamos nosotros en la tortura. Recuerdo que dentro del batallón Artillería 2 viví la tortura de civiles de derecha y a eso me opuse. El contador de Peirano fue defenido por mí dentro de Artillería 2 (...) Y lo que no puede ser es que hubiese compañeros nuestros haciendo, digamos, de soporte asistencial a los torturadores y preguntando. Y eso para mí, que me disculpen, no lo paso ni lo dejo pasar, lo denuncio. (...) Era infame".

Espero que la memoria de Zabalza se haya refrescado.
No es el coronel Agosto quien dice en mi libro que hubo tupamaros torturadores.
Son otros tupamaros quienes lo cuentan.

11.8.15

Media hora en la conferencia de Amodio

Estuve treinta minutos en la conferencia de prensa de Amodio Pérez en el hotel Sheraton. No pude quedarme hasta el final, porque con mucha antelación había comprometido mi presencia en una mesa redonda de periodistas que han escrito sobre casos policiales, a propósito de mi libro Liberaij.
Lo que vi, de todos modos, merece ser contado.
Amodio Pérez apareció rapado y con una voluminosa y pesada pila de libros y carpetas. Antes de permitir que le hicieran preguntas anunció que diría unas palabras.
Comenzó a hablar de 1972 como si hubiera sido congelado en aquel año y lo hubieran descongelado unos minutos antes, en la cocina del Sheraton.
Amodio Pérez, Historias tupamaras
Amodio llega a la conferencia. Foto: Matilde Campodónico
Era difícil seguir el hilo de sus argumentaciones. Hablaba de asuntos y cosas perdidas en la memoria colectiva hace décadas, sin darse cuenta que nadie entendía nada. Nombraba con tal familiaridad al "plan Hipopótamo", uno de los tantos delirios tupamaros olvidados, como si fuera el "plan Ceibal" y todo el mundo lo tuviera presente y comprendiera de qué estaba hablando.
Mientras estuve dijo un par de cosas interesantes. Relató que el máximo líder guerrillero Raúl Sendic dormía cada noche en un local distinto de la organización, para escapar de sus perseguidores. Y allí donde recalaba, dijo, tenía "cama caliente": el derecho a tener relaciones sexuales con las mujeres de la organización que allí tuvieran la suerte o la desdicha de estar.
No sé si la denuncia es verdadera, pero el dato guarda cierta coincidencia con otros testimonios recientes, como el Cristina Cabrera, que en el libro Las rehenas cuenta sobre su vida dentro del MLN:
"A eso sumale el machismo, porque siendo esposa de alguien estabas a salvo, pero mujer sola y clandestina era lo peor que te podía pasar, porque eras un ser despreciable o tenías que estar dispuesta a ver con quién te ibas a acostar para sobrevivir. Fue tan duro que tuve ganas de suicidarme...Me fui a Kibón a pegarme un tiro pero no pude. Así era el estado de desconcierto que tenía".
Lo otro que me llamó su atención es que dijo que las armas que le robaron a la Armada, en una de las más glorificadas acciones de la guerrilla, nunca les sirvieron para nada porque no sabían usarlas y porque les resultaban muy pesadas para cargarlas en sus operaciones.
Sería gracioso si tanto delirio e irresponsabilidad no hubiera costado tanto dolor propio y ajeno, y no hubiera tenido consecuencias trágicas que seguimos pagando hasta hoy.
En 1961 el Che Guevara dijo en Montevideo que en Uruguay no había que hacer la revolución. Apeló a varios argumentos. Afirmó que la democracia uruguaya era única en América y que aquí existía "la posibilidad de avanzar por cauces democráticos", "sin derramamiento de sangre". 
También lanzó una advertencia profética: "Cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
Los líderes tupamaros no le hicieron caso al Che. Robando armas que muchos de sus reclutas no sabían usar y basándose en cálculos políticos de ciencia ficción, iniciaron una revolución que llevó a miles de jóvenes a la cárcel, la tortura y la muerte. Amodio Pérez es tan responsable de ello como el resto de los conductores históricos del MLN.
El divorcio recién comenzó en 1972, una vez que llegó la inevitable derrota y todos cayeron presos. A Amodio lo acusan múltiples testimonios de delatar a compañeros y colaborar con los militares para apresarlos. Él lo niega y acusa a otros delatores, algunos de los cuales hoy la van de héroes. Sin embargo, no ha logrado dar una explicación convincente de por qué fue el único líder tupamaro al cual los militares permitieron dejar el país sin castigo, junto a su compañera, con una nueva identidad y la vida entera por vivir en Europa.
Amodio tuvo suerte: aterrizó en una España que pronto, en 1976, comenzaría a recuperar la democracia y florecer en todos los órdenes. Uruguay, en cambio, vivió sumergido hasta 1985 en el caldo podrido que su organización ayudó a cocinar. Y estamos en 2015 y la digestión todavía no termina.
Amodio llevaba hablando más de media hora y el momento de las preguntas ni siquiera había comenzado. Como dije, yo no podía quedarme más tiempo.
Cuando me iba rumbo a la mesa redonda sobre casos policiales para hablar de otros hombres de armas tomar, vi llegar a una periodista, conocida por muy aguerrida y seguidora de estos temas. Salía del ascensor del piso 25 del Sheraton muy acelerada, agitada y a las corridas.
Los presentes me contaron luego que fue ella la que, desafiante, le comunicó al hombre congelado en 1972, el mito de Walt Disney hecho realidad, que estaba citado por la justicia y pronto sería trasladado a los juzgados para ser interrogado.
Era verdad.
En eso anda el hombre desde entonces. No pudo dar las entrevistas que tenía pactadas. No pudo tomarse el avión de regreso a España que tenía programado. Quizás quede preso.
Debería haberlo previsto. El Che Guevara se lo advirtió en 1961: cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último.
Todavía siguen.

6.8.15

Otra historia épica de los tupamaros

El libro de Amodio Pérez (Palabra de Amodio) de Jorge L. Marius está estructurado en tres partes.
En el primer tercio Marius cuenta la historia del MLN-Tupamaros. Para hacerlo se basa en algunas de las versiones ya conocidas, pero en forma fundamental incorpora el punto de vista de Amodio Pérez. Se puede decir que esa primera parte del libro es la historia del MLN tal como la contaría hoy Amodio.
Amodio Pérez, tupamaros, MLN, milicos y tupas, historias tupamaras
El segundo tercio del libro lo constituye una larga entrevista de Marius al exguerrillero, acusado de traidor por sus ex compañeros. El autor lo interroga sobre temas de la historia del MLN y le pide su opinión sobre los tupamaros más notorios: Mujica, Fernández Huidobro, Zabalza, Engler, Rosencof, etc.
Por último, el libro se cierra con un apéndice documental donde la pieza principal es la historia del MLN que Amodio escribió en 1972.
El efecto general es algo redundante. En líneas generales, podría decirse que Amodio Pérez nos cuenta OTRA historia épica del MLN, un movimiento que fracasó porque Sendic, Fernández Huidobro y otros no supieron escuchar sus consejos, lineamientos y advertencias.
No hay en el libro una autocrítica seria sobre los efectos que tuvo para la historia del Uruguay y para la vida de los uruguayos (¡hasta hoy!) la decisión tomada en 1963 de alzarse en armas contra la la democracia uruguaya de los años 60, a pesar de que hasta el Che Guevara les aconsejó que no lo hicieran.
Amodio no dice estar arrepentido al respecto.
Un ejemplo de esta falta de reflexión sobre las consecuencias de la violencia política es cuando Marius analiza, con la óptica de Amodio Pérez, la toma de Pando, una acción de 1969 que le costó la vida a cinco personas -tres guerrilleros, un policía y un civil- pero que los tupamaros todavía festejan.
En el libro se critica que la dirección del MLN priorizara el efecto de "marketing" del golpe por sobre su seguridad militar: por eso se decidió usar coches fúnebres en lugar de vehículos preparados y veloces.
Más de dos páginas del libro se van en este asunto: con autos veloces -que por supuesto Amodio aconsejó usar- se podrían haber evitado las muertes de los tres tupamaros que cayeron en la operación.
Sin embargo, ni Marius ni Amodio dedican una sola línea a Carlos Burgueño, un ciudadano inocente que había salido de su casa para inscribir en el Registro Civil a a su hijo recién nacido y murió por el tiroteo generado entre policías y tupamaros. Es decir: murió en vano porque el MLN decidió tomar Pando, con marketing o sin marketing, con seguridad militar o sin ella. Lo mató la violencia política, de la cual Amodio es tan responsable como los otros líderes del MLN con los que hoy se enfrenta.
Vale la pena recordar que José Mujica, en la biografía Mujica escrita por el periodista Miguel Ángel Campodónico, también se explaya a lo largo de tres páginas sobre los errores que él cree que se cometieron en Pando y tampoco siquiera menciona a Burgueño.
Podemos concluir que si se sentaran a discutir Mujica y Amodio sobre la toma de Pando, estarían horas hablando de errores tácticos y militares y no dirían una palabra sobre el inocente que perdió la vida por culpa de la aventura en la que embarcaron al país entero.

***

Lo mismo que en los relatos oficiales del MLN, Marius mitifica acciones del MLN que en realidad fueron más patéticas que heroicas. Así por ejemplo se destaca la toma del aeropuerto de Paysandú.
Se ignora, en beneficio de seguir mitificando a los tupamaros, el testimonio de Aníbal de Lucía en el libro Historias tupamaras:
"El aeropuerto de Paysandú lo tomé yo. Había un milico, su mujer y su nenita, solos en el medio del campo. El otro milico de la guardia se había ido al estadio porque esa noche jugaban Salto y Paysandú. El pueblo estaba vacío. Esa fue la gran toma del aeropuerto de Paysandú. ¡Ahí declaramos la guerra!"

***
Amodio dice que comenzó a hacer la autocrítica  de su pasado guerrillero en 1997. Para los 18 años que han pasado el resultado parece escaso.
Sin embargo, al menos reconoce que fue un horror el haber reinstaurado la pena de muerte en el Uruguay, un demérito que el MLN comparte con el fascista Escuadrón de la Muerte y que hoy casi nadie se atreve a recordar.
Dice Amodio al respecto: "Creímos que por poner nuestras vidas al servicio de una causa que creíamos justa teníamos derecho a disponer de las vidas de los que valorábamos como enemigos y eso nos llevó a no valorar la vida de nadie, ni tan siquiera las de nuestros propios compañeros. Eso es para mí uno de los mayores horrores, con h y con o, que hemos cometido".
Lamentablemente, no se profundiza en el tema. El libro elude referirse la mayor parte de las víctimas del MLN. Se dice, por ejemplo, que las armas se conseguían por "expropiaciones". Se omite relatar todos los policías y hasta coleccionistas de armas que fueron asesinados para robarles un revólver o una pistola vieja.

***
Amodio desliza datos que dejan mal parados a todos los próceres tupamaros y también a varios políticos, entre ellos a Wilson Ferreira a quien pinta como un golpista desesperado por llegar al poder.
Algunas de las historias que cuenta ya eran conocidas, otras no. Algunas tienen más sustento que otras.
A Sendic lo retrata como un líder torpe y belicista. Lo hace responsable indirecto del asesinato de los cuatro soldados del jeep.
A Rosencof y Engler los acusa de haber integrado la dirección del MLN que ordenó ejecutar a Roque Arteche y a Pascasio Báez.
A Fernández Huidobro lo acusa de haber delatado ante los militares cuáles eran los tupamaros que habían cometido delitos de sangre.
Sin embargo, sus acusaciones flaquean y su relato todo pierde credibilidad al no lograr explicar en forma convincente las acusaciones que pesan sobre sí mismo. Sobre las desaparecidas libras de Mailhos reconoce que las escondió, pero no tiene una explicación cierta sobre su desaparición.
Sobre las acusaciones de traición que le pesan dice que son una leyenda negra urdida por sus enemigos dentro de la organización. Quien de verdad delató a todo el mundo fue Píriz Budes, señala una y otra vez.
Píriz Budes es el Amodio Pérez de Amodio Pérez.
Sobre la acusación de que salía a la calle junto a unidades militares para ayudar a detener a otros tupamaros, afirma que  lo confundían con Donato Marrero y Rodolfo Wolf, que eran de físico parecido.
Sobre lo que se ha relatado en este blog, que ayudó a apresar a Enrique Rodríguez Larreta en el cine Arizona, sostiene que no puede ser, ya que ni siquiera conocía a Rodríguez Larreta, que militaba en otro grupo político. (Pero en otro lugar del libro, sin embargo, admite que Rodríguez Larreta sí integró el MLN y cuenta que lo tuvieron cinco días secuestrado en medio de una pugna interna. Tal parece que lo conocía...)
En definitiva, insiste, él no delató a nadie; solo se limitó a ordenar información que los militares ya tenían y a "asesorarlos".
No queda claro, entonces, por qué fue el único tupamaro al que se le permitió salir casi inmediatamente del país, con su pareja, con una nueva identidad, para recomenzar una nueva vida libre de toda carga en la dorada Europa.
¿Tanta generosidad a cambio de casi nada?

17.3.15

Mario Benedetti: la terquedad del poeta

En 1945, Mario Benedetti tuvo que pedir un préstamo para pagar la edición de su primer libro, el poemario La víspera indeleble. El libro no vendió un solo ejemplar. Tres años después pidió otro para publicar su segunda obra. Una vez más, el libro no vendió nada. Cualquiera se hubiera desmoralizado entonces, pero él no: "Yo estaba determinado a ser escritor".

Benedetti pidió un préstamo tras otro para pagar las ediciones de su tercer, cuatro, quinto, sexto y séptimo libros entre 1949 y 1953, y de ninguno vendió un solo ejemplar. "¡Ni uno solo!", se ríe el mayor best seller uruguayo.

Hoy Benedetti lleva vendidos unos cinco millones de libros, según su agente literario, Guillermo Schavelzon. "Pero es sólo una estimación", advierte.

Benedetti, que no vendía nada, vende tantos libros que no se los puede contar.



***

La primera cita es a las diez de la mañana en su apartamento del centro de Montevideo. El ambiente es amplio pero austero. No hay muebles caros ni electrodomésticos ostentosos. Hay sí muchos premios, medallas, estatuillas y 7.000 libros bien ordenados. Hay muchos Benedettis: en cuadros, caricaturas, en fotos con su esposa, con una tía, con su hermano, solo, con el cantante Daniel Viglietti.

Sentado en su living y acompañado por su hermano Raúl y su secretario Ariel Silva, Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti, el poeta vivo más popular de España y América Latina, comienza a recordar.

Nació el 14 de setiembre de 1920 en Paso de los Toros, una pequeña ciudad en el centro de Uruguay. Cuando él tenía dos años, su familia se mudó a la cercana Tacuarembó. Allí su padre, Brenno Benedetti, que era químico y enólogo, le compró una farmacia a un amigo que resultó ser un estafador: le vendió un local lleno de cajas de medicamentos vacías. El fraude hizo que los Benedetti lo perdieran todo. Debieron irse a Montevideo tan endeudados que al poco tiempo estaban viviendo en un rancho de chapas.

En aquella estafa puede rastrearse el desprecio que Benedetti siente por cualquier forma de corrupción: "Las condeno todas, no hay ninguna que sea perdonable", dice. Benedetti habla con voz suave, sentado en su sillón preferido, al lado de una mesita con libros y revistas de izquierda. Del otro lado del living, su hermano y su secretario prestan atención, cuidan que no ocurra nada raro en la entrevista. Benedetti lleva pantalón, camisa y chaleco. En la primera cita calza suecos y se lo ve triste y achacoso. En la segunda, luce unos zapatos negros bien lustrados, está alegre y de un humor excelente.



***

Tras el desastre de Tacuarembó, durante años Brenno Benedetti no tuvo ningún trabajo formal, porque cualquier salario que ganara estaba embargado de antemano por sus acreedores. "Mi madre sostenía la casa, fabricaba muñecos, tejía, pero no alcanzaba", recuerda hoy Mario.

El único modo que tenía su padre de trabajar sin que le retuvieran todo su salario era obtener un empleo público, ya que esos sueldos estaban protegidos por ley. Tras cuatro años de penurias, lo consiguió y la situación de la familia mejoró algo.

"Cuando papá consiguió el empleo público, para festejar me encargaron a mí", dice Raúl, el único hermano de Mario, ocho años menor y dibujante de profesión.

Mario, mientras tanto, fue inscripto en el Colegio Alemán. Su padre, aunque era hijo de italianos, admiraba el rigor científico teutón.

También se mudaron a una casa mejor. Fue el comienzo de una serie de traslados sin fin. Raúl recuerda: "mi madre se aburría del barrio, o decía que la vereda no recibía el sol, o que la cocina ahumaba, siempre encontraba algo".

Benedetti se lo hace contar al protagonista de su novela La borra del café: "Mi familia siempre se estaba mudando". Mario vivió en 21 casas distintas hasta que se casó.



***

Los números de Benedetti son abrumadores. Tiene publicados 91 libros que suman 1.266 ediciones. Ha sido traducido a 30 idiomas. Sus versos integran el repertorio de más de 40 cantantes. Su novela La tregua va por las 153 ediciones. Gracias por el fuego lleva 69; Quién de nosotros 40; El cumpleaños de Juan Ángel 42; Primavera con una esquina rota 67; La borra del café 47; Montevideanos 39; La muerte y otras sorpresas 43; Cuentos completos 38; Antología poética 45, Inventario uno 78; El amor, las mujeres y la vida 56; Pedro y el capitán 37. Otras seis obras tienen ya más de 20 ediciones y otras 12 pasan las diez.

Ha tenido éxito como autor de cuentos, novelas, poesía, ensayos, teatro, humor, canciones, crítica literaria y periodismo político. Sus obras han sido llevadas a la radio, al cine, a la televisión. Su curriculum está lleno galardones. Recibió el premio Reina Sofía de poesía, entre muchos otros. Sus versos están en posters, graffitis, postales, discos, letras de rock.

Pese a tantos éxitos, muchos críticos lo menosprecian. "Benedetti es un escritor para consumo de la superficialidad y los aficionados a los lugares comunes", ha escrito, por ejemplo, el periodista y escritor colombiano Eduardo Escobar.

Pero lo que digan los críticos nada le importa a sus millones de admiradores. Cuando Benedetti ofrece un recitado, el auditorio en pleno recita de memoria con él.



***

Benedetti cursó toda la escuela en el Colegio Alemán, donde el método educativo era brutal. "Si no hacías los deberes, si escribías mal una palabra o te equivocabas en un ejercicio, te pegaban con una vara de ébano negra", recuerda Kurt Kubler, un alumno menor que él que se hizo su amigo.

Benedetti nunca olvidó el puñetazo que le pegó su maestro como castigo por estar distraído, y lo incluyó en su novela Gracias por el fuego: "Sentí que la cara, empezando por la oreja izquierda, se me rompía, como si la pared color aceituna hubiera estado oscilando mientras yo divagaba, y hubiera ahora terminado por derrumbarse encima de mi oreja."

Los niños estaban divididos en dos clases: los hijos de alemanes eran A, los otros eran niños B. Los A y los B muchas veces se enfrentaban a golpes. Kubler recuerda que Benedetti se defendía bien. "Yo era bastante peleador", se ríe el poeta.

Una vez, en clase de gimnasia, jugaban al rango: un juego que consiste en saltar sobre otro niño que está semi agachado y de espaldas. Cuando Mario tuvo que saltar, el niño A sobre el que tenía que pasar se paró por sorpresa y Benedetti se golpeó en la cara. Cuando le tocó saltar al niño A, pensó que Mario le haría lo mismo. Pero Benedetti era astuto: en vez de pararse, cuando el otro ya saltaba, se agachó más. El niño A se estrelló de un modo que todavía provoca la risa del anciano que recuerda.



***

El Colegio Alemán lo marcó de por vida. La poeta uruguaya Idea Vilariño, que lo conoce desde hace medio siglo, cree que aquella formación germánica explica que Mario sea tan reservado, incluso ante amigos cercanos como ella.

Quienes lo conocen dicen que el Colegio Alemán lo hizo trabajador, meticuloso, puntual, riguroso. "Es estricto con sus horarios. Tiene una puntualidad alemana", cuenta Ariel Silva, su secretario.

Se despierta siempre a las 6.30 de la mañana, con despertador. Desayuna frutas y yogur. Luego se mide el pulso para corroborar que tiene 70 pulsaciones por minuto. El paso siguiente es prender el televisor para saber qué temperatura hace y qué ropa ponerse. Después lee La República y La Diaria, los dos diarios montevideanos de izquierda. Ningún otro. No lee El Observador, cuyo director es del Opus Dei. No lee Últimas Noticias, que es de la secta Moon. No lee El País, que, en general, apoyó a la dictadura militar entre 1973 y 1985.

"Mario es muy meticuloso, mira bien dónde se mete, cuida que sus acciones sean coherentes con sus principios a rajatabla", dice su secretario. "Es radical en eso. Mantiene una conducta. No hace nada que tenga que ver con el imperio ni con la derecha".



***

Sin embargo, Benedetti hizo el saludo de Hitler. "Faltaban 15 días para terminar primaria y en el Colegio Alemán nos dijeron que a partir de ese día había que hacer el saludo nazi", recuerda. Era 1934 y su padre decidió sacarlo de allí cuando terminara ese curso.

Al año siguiente Benedetti comenzó la secundaria en un liceo público. De esa época son los primeros recuerdos que Raúl tiene de su hermano. Jugaban a la guerra y al fútbol, uno contra uno. Mario era fanático de Nacional, una pasión que mantiene intacta. "Cuando perdía llegaba a llorar de rabia", recuerda Raúl.

En aquellos años, Benedetti tenía una risa contagiosa y un apetito voraz. "Un día se comió 14 milanesas, una atrás de otra, pero no engordaba. Una tía siempre le decía: ‘sos más flaco que un pejerrey sin tripas. Siempre fue brillante, le encantaba leer. Una vez mi padre le prometió que si aprobaba un año con buena nota le compraba toda la colección de Tarzán. Él aprobó con la nota máxima".

Mario leía hasta tan tarde –Tarzán, Salgari, Julio Verne- que su padre le indicaba: "podés leer de acá hasta acá". "A cada rato venía a controlarme y yo estaba siempre entre las páginas que él me había marcado", recuerda el escritor. "Pero era porque las leía seis o siete veces".

Leía y escribía. A los 12 años ya había escrito una novela de espadachines. A los 14 debutó como cronista barrial. Raúl era su socio: "Con papel carbónico hacía un librillo con noticias del barrio y yo, que tenía 6 años, salía a venderlo. Ya tenía alma de periodista".

La infancia terminó de golpe, porque a los 14 años Mario comenzó a trabajar ocho horas diarias como auxiliar contable en una importadora de repuestos de auto. El liceo lo completó como estudiante libre, leyendo de noche, organizándose solo.



***

Cada mañana, después de leer los diarios, Benedetti abre el correo en la computadora con la ayuda de Ariel Silva, su secretario. "Cientos de personas le mandan originales para leer", cuenta Silva. "Él trata de responder a todos, de dar consejos útiles, de enviarles una frase de Cortázar que pueda servirles de inspiración".

Todos los días, cerca del mediodía, llega Raúl. El escritor lo recibe siempre con un poema nuevo. "Mirá lo que escribí", le dice. A veces se queja de que ya no le quedan temas. "¿Y por qué no hacés un poema sobre un piojo eléctrico?", le responde su hermano que no hace caso de las quejas. Después, Mario, Raúl y Ariel almuerzan juntos en el café San Rafael, en el centro de Montevideo, a una cuadra del apartamento.

La caminata al restaurante suele tener interrupciones.

-Don Mario, ¿me firma un libro?

-Don Mario, ¿me deja sacarle una foto?

-Don Mario, yo el primer libro que leí fue La tregua.

Benedetti los complace a todos porque, dice Silva, es muy agradecido de sus lectores.



***

Benedetti ha dicho que siente pena de su niñez, especialmente porque sus padres peleaban mucho. Aún no se perdona el día en que, jugando bajo la mesa en la que comían sus padres y una vecina, dio la alarma de que Brenno y aquella mujer se estaban tocando las piernas. Aquel incidente amplió la brecha que ya existía en el matrimonio Benedetti.

Sus padres eran muy distintos. "A mi madre le gustaba coser, hacer juguetes, tejer ropa y llevarla a los hospitales, nada más", recuerda Raúl. "Mi padre, en cambio, tenía otras inquietudes. Estudiaba la Biblia para descifrar sus misterios, para hallar la verdad, creía que en ella estaba la solución a las grandes preguntas. Y en esa búsqueda fue a dar a la Escuela Raumsólica".

La Escuela era una sociedad filosófica liderada por Raumsol, un argentino cuyo verdadero nombre era Carlos González Pecotche y que decía ser un ser superior. Vivía en Argentina pero visitaba Uruguay para difundir su ciencia: la logosofía. Esa disciplina -que hasta hoy tiene adeptos- propugnaba alcanzar un plano superior a través del conocimiento personal y la energía espiritual.




Mario Benedetti y su esposa Luz López, en 1955
Mario Benedetti y su esposa Luz López.

Las familias vinculadas a la escuela logosófica se relacionaban entre sí. Si uno necesitaba un abogado, un médico, lo que fuere, lo buscaba dentro de esa hermandad. Mario no olvida los dolores atroces que le provocó el doctor Dapelo, un dentista tosco pero muy raumsólico.

Los Kubler y los López también integraban esa cofradía y así Benedetti se reencontró con Kurt, su compañero del Colegio Alemán, y con Luz, una chica del barrio que le gustaba.

El reencuentro con Kurt fue a todo deporte. Como los Kubler vivían en una calle cerrada, cada sábado se reunían allí a jugar a la paleta con amigos. "Teníamos entre 15 y 18 años", recuerda Kurt. "Mario decía que éramos el Cadep: Club Atlético de Paleta. Todos trabajábamos, éramos empleados, pero Benedetti era el más capaz, el más inteligente y el que tenía más conocimientos, porque estudiaba mucho. Además, ganaba más porque sabía taquigrafía".

Una tarde, el padre de Kurt les llevó helado. Mario lo tomó y se sintió morir. "Me faltó la respiración, fue horrible. Tuvieron que llamar una ambulancia". El helado tenía nueces y ese día se descubrió que la nuez es la kriptonita de Súper Mario: le causa unos ataques que ya lo han puesto dos veces al borde de la muerte.

El reencuentro con Luz López, en cambio, no vino con el calor del deporte sino con el del amor. No tardaron en empezar a salir; Benedetti se emociona al hablar de Luz: jura que fue su única novia. Se casaron en 1946, pero no tuvieron hijos. "Cuando llevábamos dos o tres años de casados, Luz quedó embarazada, pero una doctora la atendió tan mal que le provocó un aborto y por poco la mata. Tuvimos suerte de que se salvara, pero ya no pudo tener hijos".



***

Mario y Raúl memorizaban los aforismos de Raumsol: "La mente inferior es como un mono: tiene cola y se prende de todo". Hoy se ríen a carcajadas, pero entonces les parecía muy serio. En cada reunión hacían fila para estrecharle la mano al Maestro. Una vez Raúl sintió una descarga eléctrica al saludarlo. "Son sus vibraciones divinas", le explicó su padre.

Kubler aún recuerda con orgullo el día en que Mario y él fueron elegidos para exponer delante del propio Raumsol y toda la feligresía. El Maestro había puesto los ojos en Benedetti, aquel joven puntual, inteligente y que sabía taquigrafía. Un día le propuso o que se fuera a Buenos Aires con él para ser su secretario privado. Sus padres no pudieron negarse. La Divinidad lo había elegido.

Benedetti no sabe cuánto tiempo duró aquella experiencia traumática en el extranjero: un año, dos, quizás más.

Raumsol lo alojó en una pensión llena de chinches, en una pieza compartida con un irlandés que el primer día le advirtió: "No quiero que nadie me hable".

Pero lo peor fue conocer de cerca al Maestro. "Poco a poco me fui desilusionando. Hacía cosas que no tenían que ver con lo que se suponía que era. Sacaba préstamos que no devolvía, estafaba, le hacía creer a la gente que nunca se enfermaba y un día lo encontré aplicándose desesperadamente un medicamento durante un ataque de asma".

Mario fue descubriendo otros trucos de Raumsol: decía saber todas las lenguas pero le pedía que le tradujera la correspondencia en inglés; un día fingió leer una carta en árabe y lo hizo de izquierda a derecha, como si fuera castellano; sus "vibraciones divinas" eran provocadas por un pequeño generador eléctrico. "Yo pensaba que era un tipo superior y resultó ser un fraude".

Quienes integran hoy la Sociedad Logosófica uruguaya dicen que los dichos de Benedetti son apenas un "cuento".

"Miles de personas practican la logosofía en Argentina, Brasil, Uruguay, España, Israel. Frente a esta realidad, apenas está la palabra de Benedetti. Son disparates", dijo Andrés Rettich.

Luis Felipe Monteverde, quien conoció al Benedetti raumsólico, dice: "él era de lo más bien hasta que se puso de lo más mal. Renegó de lo que consideraba lo mejor, no le dio la marca para la logosofía".



***

Cada mediodía alguien se sienta en el café San Rafael a esperar a Benedetti. Los mozos aseguran que se venden excursiones a Montevideo que incluyen la posibilidad de almorzar junto a Benedetti entre los atractivos turísticos.

El San Rafael no es un restaurante sofisticado. Allí se sirven pizzas y churrascos a precios moderados. Cuando Benedetti llega, ya tiene su mesa reservada junto a una ventana. Los admiradores siempre buscan sentarse cerca. Ayer vino a retratarse y pedir autógrafos el agregado cultural de la embajada de Venezuela. Hoy está Samara Margarita Reyes, colombiana, médica, de 29 años. Llegó a Montevideo por Benedetti. "Es mi escritor preferido, más que García Márquez, más que todos. Vine porque quería conocer Uruguay, los lugares que aparecen en sus libros, sus cosas".

Samara se acerca, se presenta, pide sacarse una foto. Benedetti saluda, sonríe, posa. Samara regresa a su mesa. Diez minutos después vuelve con un libro para que Mario autografíe.

- ¿Cómo te llamás?

- Samara Margarita, pero ponga para Margarita, por favor.

En cierta medida, Benedetti debe a Raumsol el ser un escritor tan pop. Porque en aquellos largos meses de soledad en Buenos Aires, mientras la imagen del Maestro caía en picada, Mario se refugiaba en la lectura. Huyendo de las chinches y del amenazante irlandés de la pensión, iba a leer a la plaza San Martín. Allí, un día, descubrió la poesía del argentino Baldomero Fernández Moreno.






Tengo una plaza enfrente, un sauce, un banco.
Un libro abierto y un cuaderno en blanco



Fue una revelación. Aquellos versos no eran crípticos, ni mentaban ninfas, corzos y gacelas, como era usual entonces. Hablaban sobre las cosas del día a día y cualquiera los podía entender. Sintió una fuerte emoción interna, una sensación de que ése era el llamado de su vida. Decidió que él haría eso mismo: escribiría una poesía sencilla, inspirada en lo cotidiano. Y puso manos a la obra.






***

De regreso en Montevideo, Benedetti trabajaba de sol a sol y escribía de noche. Era secretario del jefe de la Contaduría General de la Nación a quien le redactaba los discursos, llevaba los números de la importadora de los Kubler y era taquígrafo en una federación de básquetbol.

Por supuesto, también se hacía tiempo para Luz. Por ella comenzó a tomar lecciones de baile. "Después de clase, llegaba a casa y marcaba en el piso los pasos que había aprendido y se ponía a practicar", recuerda su hermano. Pocos saben que Benedetti terminó siendo un gran bailarín. Una vez la poeta Idea Vilariño lo descubrió bailando tangos en Cuba como un maestro. "Ésta te le tenías bien guardada", le dijo.

En 1945 Benedetti ingresó como auxiliar contable en La Industrial Francisco Piria, una empresa inmobiliaria en la que poco a poco fue ascendiendo gracias a sus armas tradicionales: dominio de los números, responsabilidad, trabajo y taquigrafía. "Entré como empleado de poca monta y terminé como gerente general", recuerda.

Benedetti trabajó quince años en Piria. Hasta 1960 estuvo sumergido en el universo oficinesco, típico de la clase media montevideana: libros contables, máquinas de escribir y papel carbónico. Aunque le iba bien, aquello no era lo suyo. "Yo quería ser escritor. Nada de lo que hacía en la oficina respondía a mi vocación".

Por eso, aún siendo empleado contable, entre 1945 y 1953 publicó aquellos primeros siete libros que nadie compró.

Y aunque paralelamente emprendió una carrera periodística y logró entrar a la redacción de la revista Número y codearse con los intelectuales de la llamada "Generación del 45" (como el crítico Emir Rodríguez Monegal e Idea Vilariño), aquellos fueron básicamente años de fracasos. Benedetti no perdía la fe en llegar a ser un escritor reconocido, pero la vida se le estaba escapando adentro de la oficina.






Aquí no hay cielo
aquí no hay horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.






***

Escribió veinte poemas sobre la vida oficinesca, todos en la línea clara, sencilla y cotidiana que le había inspirado Baldomero Fernández. Cuando ya estaba listo para editar Poemas de la oficina por su cuenta, Rodríguez Monegal le ofreció publicar algunos en el semanario Marcha.

Esa publicación obró el milagro: por primera vez Benedetti consiguió editor. Fue el comienzo de todo. En 1956 Benedetti vendió 500 ejemplares de Poemas de la oficina y el público comenzó a comprar sus otras siete obras que juntaban telarañas en las librerías.

Benedetti siguió trabajando en Piria. Escribía a la hora del almuerzo, siempre inspirado en la oficina. "Lo que observaba allí lo metía. Yo iba al Café Sorocabana y escribía mientras comía un sandwich. Ahí escribí toda la novela La tregua. Demoré, pero como nadie me conocía me dejaban tranquilo".

Kurt Kubler también almorzaba en ese café. "Veía a Mario cada mediodía. Él estaba siempre escribiendo, yo iba hasta su mesa, lo saludaba y, para no molestarlo, le decía ‘vos seguí con lo tuyo’".

Kubler, que hoy tiene 85 años, se emociona al enterarse que así ayudó a que su amigo escribiera La tregua. Esa novela, publicada en 1960, y el volumen de cuentos Montevideanos, de 1959, transformaron a Benedetti en una celebridad en Uruguay debido a sus grandes ventas. Ambas obras son un retrato pesimista –con algunos toques de humor- de la clase media montevideana y su chatura existencial.

La tregua, especialmente, comenzó a agotar edición tras edición en toda América Latina. Esta historia de amor entre una joven y un oficinista veterano, un auténtico best seller sin final feliz, fue llevada al teatro, cine, radio y televisión. Benedetti no recuerda cuántas treguas se hicieron. Le gustó mucho la versión argentina para cine, dirigida por Sergio Renán y protagonizada por Héctor Alterio y Ana María Picchio, nominada al Oscar a la mejor película extranjera en 1974. Odió, en cambio, la versión televisiva que David Stivel grabó en Colombia, en 1981, tomándose la libertad de incluir complicaciones con el narcotráfico.

Pero lo cierto es que con treguas buenas y malas (por ahora el último eslabón de esta saga es la película mexicana filmada en 2003 por Alfonso Rosas Priego), Benedetti fue haciéndose cada vez más famoso.

Podría escribirse que entonces Mario se transformó en Súper Mario, y colorín colorado. Pero faltan todavía un par de piezas importantes en el rompecabezas.






***

El divorcio de Benedetti con la crítica comenzó con sus propios amigos. Su éxito nunca fue del todo bien recibido por varios de sus compañeros de la "Generación del 45". Ellos lo habían aceptado como periodista, pero no como escritor. "Lo ignoraban porque no era el gran poeta o el gran narrador que ellos querían", explicó un catedrático de literatura uruguaya que prefirió no dar su nombre.

Idea Vilariño, que integraba aquel grupo, recuerda que la poesía de Benedetti era lo que menos los entusiasmaba. "Entre nosotros siempre alguien le decía: ¿Pero por qué no te dedicás al teatro? o ¿por qué no insistís en la narración? A mí me parecían excelentes sus ensayos. Pero él prefería escribir poesía. Y nos decía: ‘a la gente le gusta’. Lo cual era verdad".

Benedetti también se acuerda. "A ellos les gustaba menos la poesía que mi prosa, pero no les hice caso. Y la poesía es el género mío que ha tenido más lectores".

Allí empezó un gran misterio que dura hasta hoy. Cómo el bueno de Benedetti es mirado con tanto recelo por la crítica. Cómo el malo de Benedetti cada vez se lee más, si la poesía en general se lee cada vez menos.






***

Aquel Benedetti de los primeros éxitos era distinto al anciano bonachón, de mirada cálida y pequeños ojos ilusionados cuya imagen suele acompañar hoy los posters que se imprimen con sus versos de amor.

Aquel era un Benedetti pesimista, angustiado por la falta de horizontes, por la alienación laboral, por la decepción en la Divinidad y la falta de una utopía que abrazar.

Estados Unidos y Cuba lo cambiaron. Ocurrió en 1959, cuando fue invitado a visitar Estados Unidos. Entonces, en muchos estados aún regía la segregación racial y aquello le resultó asqueroso. Fue odio a primera vista.

"Una vez iba en un ómnibus con otros pasajeros, blancos y negros. Cuando el ómnibus cruzó una frontera estatal los negros debieron mudarse a los asientos de atrás. Fue horrible".

Benedetti visitó una universidad exclusiva para negros. Todos los estudiantes eran negros, pero el rector era blanco.

- ¿Cómo un blanco puede ser rector de una universidad negra?

- Yo también soy negro.

- No, usted tiene la piel blanca.

- No. Soy bisnieto de negros y me considero negro.

"La solidaridad de ese hombre me impresionó mucho".

Lo que vio "en las entrañas del monstruo" lo trasformó en un furioso "militante antiyanqui". Casi simultáneamente ocurrió un hecho que le provocó otro shock: el triunfo de la Revolución Cubana.

Ahora no sólo había un régimen oprobioso, existía también la posibilidad de vencerlo. El líder ya no era Raumsol, sino Fidel Castro.

La revolución se expandía por toda América Latina y Benedetti la abrazó con fervor. Tan seguro estaba de su triunfo, y del remedio que traería para todos los males sociales, que dejó atrás el pesimismo y se hizo un optimista incurable. Y, aunque siempre se mantuvo fiel al estilo sencillo que le había inspirado Baldomero Fernández, su obra cambió. La angustia existencial cedió espacio a las certezas políticas. La incertidumbre dejó lugar a odios concretos (Estados Unidos, el capitalismo) y a dos grandes vías de redención: el amor






Porque te tengo y no
Porque te pienso
Porque la noche está de ojos abiertos
Porque la noche pasa y digo amor






y la revolución






Pueblo
estás quieto
cómo
no sabes
cómo no sabes
todavía
que eres el viento
la marea
que eres la lluvia
el terremoto








***

Benedetti fue un "escritor comprometido" con la revolución. Fustigó las flaquezas de la democracia uruguaya –injusta, corrupta, burguesa- y abonó el terreno a quienes buscaban derribarla a tiros: los Tupamaros. "Se fue generando un clima favorable a la guerrilla, y en esa tarea Benedetti tuvo una influencia importante", explicó Hebert Gatto, estudioso de la ideología tupamara.

Benedetti visitó Cuba por primera vez en 1966 y en 1968 fue nombrado integrante de la dirección de Casa de las Américas, el órgano cultural de la Revolución.

En 1971 publicó la novela El cumpleaños de Juan Ángel, un alegato en favor de la lucha armada. En la obra el protagonista va cumpliendo distintas edades a lo largo de 24 horas. Al final del libro, con 33 años, conoce al líder guerrillero Marcos, que le explica que matar es un agrio deber, y abraza la revolución.

El subcomandante Marcos, líder de la guerrilla zapatista, tomó su nombre de esta obra, la que Benedetti prefiere entre sus 91 libros: "Es una novela en verso, no es algo común".

También en 1971 asumió un cargo en la dirección del 26 de Marzo, el brazo político de los Tupamaros. Recorrió los barrios subiéndose a los estrados en pro de la causa. "Hacíamos un gran esfuerzo porque Mario y yo no éramos políticos y arrancar un aplauso nos costaba mucho", recuerda Daniel Vidart, otro intelectual que integraba la dirección del 26M. El compromiso de Benedetti fue tal que Raúl Sendic, el máximo jefe tupamaro, llegó a vivir escondido en su apartamento.

Pero la aventura duró poco. La guerrilla fue derrotada por el ejército en 1972 y una dictadura militar tomó el poder en Uruguay en 1973, instalando un régimen que se reveló como mucho peor que la criticada democracia burguesa de los años 60. Hubo muertos, torturados, desaparecidos y 12 años de oscurantismo.

Benedetti partió al exilio. Luz, su esposa, debió quedarse en Montevideo para cuidar a las madres de ambos, ancianas y solas.

El exilio no fue fácil. De Argentina (1973-75) Benedetti tuvo que huir porque lo mataban; de Perú (1975) lo deportaron por su actividad periodística. Volvió a Argentina, pero pronto vio que no sobreviviría a la masacre desatada por la dictadura militar de ese país. Regresó a Perú por unos días, pero otra vez la policía comenzó a hostigarlo. Quería ir a Europa pero no tenía dinero: sus libros estaban prohibidos en Uruguay, Argentina y Chile y vivía del sueldo de Luz, que permanecía en Montevideo. Fue a Cuba, donde lo recibieron como a un rey, pero se sentía más lejos de Uruguay que nunca. Tras cuatro años, en 1980 llegó a España. Recién pudo regresar a Uruguay en 1985, cuando volvió la democracia.

Hoy Benedetti se arrepiente de haber aceptado un cargo político: "Muchas veces tuve que defender en público algo que el grupo había decidido, pero en lo que yo no creía. Pasé contradicciones internas muy feas".

No volvió a aceptar un cargo, pero la política ya nunca salió de su obra. Está allí hasta cuando escribe sobre la muerte de Ayrton Senna:




dilapidaba un coraje tan tercermundista
que había que apoyarlo cuando por ejemplo
sometía al primer mundo de alain prost






***

Que muchos de sus poemas son feos, que los buenos son pocos, que dejó de lado la literatura por "la palabra tristemente combatiente", que su sentimentalismo es excesivo, que es kitsch. Eso dicen muchos críticos de Benedetti.

"Los críticos me pegan siempre, y los uruguayos más todavía", responde él. "Claro que tienen todo el derecho de que no les guste lo que escribo, pero también hay razones políticas. Porque los diarios que publican críticas son casi todos de derecha. Pero incluso La República, que es de izquierda, publica una lista de libros más vendidos y yo jamás figuro. Es un poco difícil de explicar. Tengo muchos enemigos que ni siquiera dicen que son mis enemigos".

Pocos días después de la charla, el 18 de mayo, La Diaria, el diario izquierdista del cual Benedetti es suscriptor, publicó una crítica demoledora de su último libro, Nuevo rincón de haikus: "un escritor que ha salido prófugo de la página literaria, que nos ha dejado en ruinas", que "conduce al lector al más vano precipicio".

Idea Vilariño cree que a su amigo "lo critican por celos, por envidia. Muchos quisieron explicar su popularidad diciendo que escribía así a propósito para conquistar al público. Pero no es cierto, él siempre fue auténtico".

Benedetti le ha dedicado un poema a sus detractores, incluido en Inventario tres:






Alguna vez le han dicho
en clave de odio manso
que es / que siempre ha sido
un poeta menor
y de pronto ha notado
que se sentía a gusto
en ese escalafón








A gusto o no, Benedetti no olvida ni perdona: recuerda, por ejemplo, artículos críticos de su obra de hace 20 años. Dice no ser rencoroso, pero se encoge de hombros ante la pregunta de cómo es posible que el famoso literato, récord de ventas, amado por millones, se preocupe por lo que escribió tal o cual periodista. Su secretario interviene: "Es como dice Eduardo Galeano: Benedetti no sabe que es Benedetti".

Schavelzon, su agente editorial, jura que nunca vio revuelos iguales alrededor de un escritor: "Jamás vi colas más largas, en México, en Madrid, en Buenos Aires".

Agrega que la fama y el dinero no lo cambiaron. "Mario es un hombre a la antigua, para él lo más importante son las lealtades. Es uno de los pocos escritores latinoamericanos a quien el éxito no modificó: no cambió su estilo de vida humilde, su forma de vestir, su discurso, ni su mujer. Recuerdo la sorpresa de los periodistas que iban a entrevistarlo a su casa de Madrid, por lo pequeña y sencilla".

Lo cierto es que el ex niño pobre ha devenido un anciano rico. Benedetti dice que no tiene problemas en hablar del dinero que gana. "Me lo he ganado honradamente. No me han comprado a mí, han comprado mis libros". Pero afirma que no sabe cuánta plata tiene, y Schavelzon cuenta que Benedetti nunca revisa los contratos ni las cuentas.

¿Y en qué gasta su dinero? Le gustaba mucho viajar, pero los médicos se lo han desaconsejado. Podría vivir en uno de los apartamentos más caros de Montevideo, con una espectacular vista al mar, pero prefiere vivir en el Centro, sin vista y más barato. "¿Qué hago con mi dinero?, Benedetti le pregunta a su secretario. "Ayudás a mucha gente". Ha donado dinero a las familias de los desaparecidos en la dictadura, pero no quiere que se sepa cuánto.




***

La posición política más polémica de Benedetti es su apoyo férreo al régimen de Fidel Castro. En 1968 calificó al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, quien se había apartado de la Revolución, como "un gusano y no precisamente de seda". Hoy, explica su secretario, "si una revista se imprime en Miami, entonces no le da una entrevista".

Este apoyo ha tenido dos o tres momentos clave. En 1971 el régimen cubano apresó al poeta Heriberto Padilla, acusado de contrarrevolucionario. Estando preso, Padilla "redactó" una carta de arrepentimiento y fue liberado. Un grupo de 61 intelectuales –Sarte, Moravia, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, entre otros- firmó una solicitada descreyendo de tal carta y acusando a Castro de usar métodos de represión stalinistas.

Benedetti publicó entonces un artículo en defensa del régimen en el que afirmaba que entre la revolución y literatura, la prioridad era la revolución.

En 1984, como columnista de El País de Madrid, Benedetti polemizó en dos frentes en defensa del gobierno de Castro. El primer combate fue con los escritores españoles José Ángel Valente y Juan Goytisolo. Benedetti tiene un mal recuerdo de este duelo porque llegó a los insultos: lo acusaron de mentir y le recordaron que era un uruguayo viviendo "en la Corte". Benedetti cree que los españoles no podían tragar que un sudaca fuera columnista del mejor diario de España.

En cambio tiene un grato recuerdo de su polémica de ese año con Vargas Llosa. Aunque uno decía blanco y el otro negro, aquella discusión fue inteligente, respetuosa y sin agravios. Además, el debate fue seguido por el público y la prensa de medio mundo.

Varios años después, los dos Marios se encontraron en un teatro. "Vargas Llosa me esperó y nos saludamos. Cuando nos despedíamos, me dijo, a las risas: ‘tendríamos que hacer otra polémica como aquélla. ¡Acordate la repercusión que tuvo!".

El eje de esa discusión fue Cuba. Vargas Llosa sostenía que, para Benedetti, que un gobierno exilie, encarcele o mate a sus adversarios era "menos grave si se hace en nombre del socialismo". Benedetti hoy elude una respuesta concreta:

-Yo no apoyo todo lo de Cuba. Por ejemplo, he dicho -y se lo he dicho dos o tres veces a Fidel- que me parece muy mal que en Cuba haya pena de muerte, igual que en Estados Unidos. Y él siempre me responde: ‘bueno, vamos a ver, quizás en el futuro...’

-Pero en 2003 un grupo numeroso de opositores fue condenado a penas de 25 años de cárcel y tres personas que habían intentado escapar de Cuba fueron ejecutadas. En ese momento, José Saramago, comunista de toda la vida, dijo ‘hasta aquí he llegado’. Pero usted mantuvo su apoyo.

-Yo estuve en desacuerdo, pero lo que yo digo es que la Revolución Cubana ha hecho tanto –en salud, en educación- que sus errores no alcanzan a anular sus beneficios...

Schavelzon cree que ese respaldo es una muestra de lealtad a quienes lo acogieron cuando no tenía donde ir. "Él siente agradecimiento por cómo los cubanos lo recibieron cuando huía de la dictadura uruguaya, de la argentina, de la peruana. Esa lealtad hace que hoy, cuando las cosas son tan complejas en Cuba, Mario no abra la boca, ni a favor ni en contra".

-¿Es cierto lo que dice Schavelzon?

-Puede ser, ¿por qué no?






***

Desde 1985 Benedetti y Luz vivieron juntos, medio año en Montevideo y medio en Madrid.

En 1992 dijo a la revista española Antrhopos que el exilio "me ha hecho más profundo, me ha traído más comprensión, me ha madurado. Y siento que estoy más abierto a otras realidades, que soy bastante menos esquemático".

Aún así, hoy Benedetti resume la historia política de Uruguay previa al actual gobierno del Frente Amplio como "174 años de gobiernos de derecha". Y un ex compañero de militancia cuenta que ha querido hablar con él para explicarle por qué ya no adhiere a la izquierda, pero nunca logró que lo atendiera. Benedetti lo considera un "traidor".

Hay que decir que su odio a Estados Unidos no lo hizo aplaudir los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en 2001, como hicieron otros. "Me pareció una barbaridad, no creo que esos sean procedimientos para castigar al imperialismo o para inaugurar etapas revolucionarias. Yo no estoy con ese tipo de violencia".

En 2004 Benedetti y Luz estaban viviendo en Madrid. "Un día, Luz se metió en un apartamento equivocado, en el mismo piso pero en el edificio de al lado. Ese fue el primer síntoma del Alzheimer. Después de a poco fue empeorando... Un día la desnudaron para hacerle una tomografía delante de cuatro médicos hombres. Eso le atacó el pudor de una forma horrible y la terminó de enfermar. Ahí decidí volver". Benedetti habla bajito de su peor pesadilla.

En la mitad del vuelo de regreso a Uruguay, Luz se quiso bajar del avión porque se aburría.

"Llegó un momento en que no tuve más remedio que internarla. Es una enfermedad muy cruel, hay veces que te conocen, otras veces que no. Luz estuvo bastante tranquila, pero llegó un momento en que no conocía a nadie... (con un hilo de voz)... y se acabó la cosa...

- Debe haber sido muy duro para usted.

- Imaginate – la voz de Benedetti se quiebra- Después de 60 años...






***

Entre los poemas más reconocidos, recitados y cantados en castellano están varios de Benedetti:






si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos






¿Por qué Benedetti es tan leído, a pesar de la crítica? ¿Por qué sus versos son tan populares? ¿Por qué la gente lo quiere tanto?

Dice Idea Vilariño: "No sé si fueron los temas, o su lenguaje. Para nosotros y para él mismo, siempre fue un gran misterio".

Dice Raúl, su hermano: "No escribe difícil. Escribe para que lo entiendan, y la gente lo entiende".

Dice el catedrático que no quiere que se publique su nombre: "Tiene una cosa espontánea de best seller, que las cosas literariamente no se compliquen, que entretengan. No tiene el don de la obra magnífica, pero tiene una gran versatilidad, un respeto por la artesanía, por el buen humor, y lo hace bien".

Dice Schavelzon: "Benedetti tiene un lenguaje que conecta con la gente, que la gente lee por placer, para encontrarse, para cambiar. No es un narrador o un poeta que escriba para intelectuales. Ése es el secreto. Benedetti lee a sus pares, pero nunca escribe para ellos".






***

Benedetti va a cumplir 87. Ya no es flaco como un pejerrey sin tripas y Raúl, su hermano, quiere que salga a caminar al menos un ratito por día, pero Benedetti no quiere. Sabe lo que le espera.

"Viene gente con libros, a sacarse fotos, a darle un beso. Lo cansan, y lo cansan los periodistas", dice Raúl.

"Yo necesito ir a un lugar donde no me conozca nadie", le dice Mario a su hermano.

"Vos querías ser famoso, ahora jodete", responde Raúl.

"Yo no quería ser famoso, yo sólo quería escribir".

Benedetti escribe todos los días. "En dos minutos escribe un poema. Tiene una facilidad tan grande que te asusta", dice su secretario.

Escribir sigue siendo uno de sus grandes gustos, como los helados de dulce de leche, los partidos de Nacional (por televisión o con la radio de noche en la cama), el café o el vino con amigos y leer de noche (después de medirse la presión otra vez y antes de dormir).

-¿Qué es lo mejor que le pasó en la vida?

-Además de mis amigos, mi hermano y mi esposa, haber podido escribir, hacer realidad el deseo de ser escritor.

-¿Piensa en la muerte?

-Y... a esta edad no hay más remedio.

-¿Siente angustia?

-No, siento curiosidad –dice y se ríe-. ¡Vamos a ver qué me tienen preparado!

Ya lo pidió por escrito. Que lo entierren con un bolígrafo y una hoja en blanco.









Publicado por Leonardo Haberkorn en la revista colombiano-mexicana Gatopardo, setiembre de 2007. Incluido en el libro Crónicas de sangre, sudor y lágrimas (Editorial Fin de Siglo, 2008) y su edición ampliada Un mundo sin Gloria (Editorial Fin de Siglo, 2023).








Mario Benedetti, Leonardo Haberkorn
Foto: Marcelo Hernández.
Con Mario Benedetti en su apartamento en la esquina de Zelmar Michelini (ex Cuareim) esquina 18 de Julio, durante las entrevistas para este artículo.

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