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14.4.17

Buenas tardes y muchas gracias

Estuve en el Complejo Uruguay Celeste antes del partido de la selección contra Brasil.
Cuando terminó el entrenamiento, estaba parado al lado de la cancha, en un lugar por donde inevitablemente debían pasar todos los jugadores rumbo a los vestuarios.
A pesar de que ninguno me conoce, cada uno de los futbolistas que fue pasando, saludó: hola, buenas tardes, buenas tardes.
Uruguay selección celeste Tabárez
Entrenamiento de la selección / FOTO: AUF
Me impresionó que esos fenómenos que juegan en Europa, ganan millones y no pueden salir a la calle sin que la gente los persiga para sacarse una foto, saludaran con esa naturalidad y educación.
Es algo muy distinto a lo que se ve en Montevideo, en las calles, en las canchas de fútbol, el tránsito, la vida laboral e incluso en el ambiente académico.
 Al llegar a mi casa comenté que eso era increíble. Y que coincidía con el clima general que se respira allí, en el lugar de entrenamiento y concentración de la selección, un ambiente tan educado y respetuoso que no parece tener algo que ver con el fútbol uruguayo, ni con el Uruguay actual en general.
Unos días después el diario El Observador publicó la transcripción de una conferencia ofrecida por el director técnico de la selección Óscar Washington Tabárez. Allí relató que a los adolescentes que comienzan a entrenarse en el complejo Uruguay Celeste, integrantes de alguna selección juvenil, solo se les piden dos cosas: "Lo que nosotros le pedimos es que saluden cuando lleguen a un lugar a las personas que están ahí y después que agradezcan cuando alguien hace algo por ellos".
Ahí me cerró todo.
Puede parecer poco, pero no lo es.

16.6.15

Rápido y brutal

Un lector me recordó que escribí esto en 2006, y creo que viene al caso. Se publicó en el suplemento Qué Pasa el 20 de mayo de ese año.

Durante muchos años fui al estadio Centenario cada fin de semana. Hoy hace años que no.
La última vez fue el 20 de julio de 2003. Hacía ya mucho que no iba: me habían alejado los partidos demasiado malos, los barra brava, los arbitrajes sospechosos, los campeonatos con tufo a tongo, el monopolio y sus papagayos. Pero aquella tarde decidí volver. Peñarol jugaba contra Defensor y debutaba José Luis Chilavert. Habría una figura de nivel mundial en el estadio, tenía que valer la pena.
Fui a la tribuna Amsterdam porque toda su parte central está libre de las incómodas banquetas que le agregaron al Centenario hace unos años y que arruinaron su comodidad original. Las banquetas impiden recostarse en la fila de atrás. Aunque el estadio rara vez está colmado, estos asientos obligan al espectador a permanecer sentado en un espacio reducido, mientras alrededor hay 65.000 lugares libres. Pensé también que tendría cerca a Chilavert durante la mitad del partido y podría verlo atajar con todo detalle.
No fue así. El espectáculo fue pésimo. El paraguayo debió haber vivido el partido más aburrido de su vida. Defensor, haciendo honor a su nombre, no le pateó ni siquiera un tiro al arco en los 90 minutos.
Con todo, eso no fue lo peor. La Amsterdam estaba bastante llena. El público allí reunido se distinguía por una característica en común: no podían pronunciar ninguna frase que no tuviera incluida las palabras puto o puta: "la puta", "hola, puto", "juez puto", "qué hijo de puta", "qué cobrás, puto", "los del bolso son todos putos".
La mayoría tenía entre 15 y 25 años y muchos ya eran padres o madres. Estaban allí con sus hijos: bebés y niños pequeños. Tener a sus hijos con ellos no les impedía saltar, ni emborracharse, ni fumar mucha marihuana. El humo lo respirábamos todos, los bebés incluidos.
También cantaban esa canción que celebra el asesinato: "Cómo me voy a olvidar cuando matamos a una gallina, cómo me voy a olvidar: ¡fue lo mejor que me pasó en la vida...!"
Esa canción había sido una de las razones que me habían hecho dejar el fútbol. No se puede participar de un espectáculo, ni siquiera como espectador, en el que se glorifica el asesinato. Entre toda la verborragia que se le dedica al fútbol en Uruguay, nunca escuché a un dirigente, un periodista o un futbolista que se haya referido a este canto. Las muertes violentas no vienen solas.
Aguanté hasta el final del partido, pero nunca más volví.
El Centenario es el símbolo de un país que fue capaz de levantar ese estadio monumental en apenas seis meses, organizar un Mundial y salir campeón del mundo. Todo sin ir a mendigar ayuda al extranjero, sin necesidad de consultores europeos o estadounidenses: el diseño y la construcción del estadio fueron confiados al arquitecto Juan Scasso, que era simplemente el director de Paseos Públicos de la Intendencia de Montevideo. Sentarse en sus tribunas no solo era un placer, era sentirse parte de una gran historia.
Hay aquel país ya no existe más. Aunque decadente, el estadio todavía conserva su majestuosidad, pero lo que ocurre en su cancha da pena. Y lo que ocurre en sus tribunas también.
Ir al Centenario es una forma rápida, brutal y penosa de comparar lo que fuimos y ver en lo que nos hemos transformado.

estadio Centenario, fútbol, violencia, Uruguay
Vista aérea de las obras de construcción del estadio Centenario


el.informante.blog@gmail.

30.5.15

Qatar en el pecho de los dioses del fútbol

Se venden más de un millón de camisetas de Barcelona por año. El equipo es señalado, una y otra vez, como modelo de éxito deportivo y de gestión, omnipresente en las pantallas del televisor. Tres de los diez mejores futbolistas del mundo, quizás tres de los cinco mejores, llevan esa camiseta. Es la que los niños del mundo quieren tener. Es también la que mejor ejemplifica la cínica y perversa relación que el mundo de fútbol tiene con el dinero y la corrupción.
Barcelona Qatar Messi Neymar Suárez Iniesta
Con Qatar en el pecho
La camiseta de Barcelona lleva la marca de Qatar en el pecho (a través de su empresa aérea estatal Qatar Airways). A cambio, la institución recibe 30 millones de dólares anuales.
Qatar es un pequeño estado árabe de tan solo dos millones de habitantes y una fabulosa riqueza de gas y petróleo que lo han transformado en el país de renta per cápita más alta del mundo. También será la sede de la Copa del Mundo de 2022.
¿Cómo un país inexistente en el mundo de fútbol y del deporte en general logró ser elegido como sede de un Mundial?
Pagando sobornos.
La propia Comisión de Ética de FIFA admitó "prácticas sumamente dudosas" para adjudicar el Mundial, pero FIFA se negó a publicar el resultado íntegro de sus investigaciones.
Documentos revelados por el diario británico Sunday Times mostraron que un miembro qatarí del consejo ejecutivo de FIFA, Mohamed Bin Hammam, pagó altas sumas de dinero para obtener el voto de federaciones africanas de fútbol para que Qatar fuera votado como sede del Mundial 2022.
Un informe del Consejo de Europa lo definió la adjudicación de esa Copa del Mundo como "un procedimiento profundamente manchado de ilegalidad".
Y no solo de ilegalidad. También de sangre. Sangre de miles de trabajadores extranjeros de países pobres que han llegado a Qatar para ganarse un salario y han caído en un oprobioso sistema de explotación que ha llevado a cientos a la muerte.
Según un informe publicado por El País de Madrid en julio de 2014, para esa fecha ya habían muerto 672 nepalíes empleados en las obras del Mundial. Las cifras provienen del un organismo oficial nepalí encargado de indemnizar a los familiares de los trabajadores que han fallecido o sufrido un accidente. Organismos sindicales han estimado que para cuando la pelota comience a rodar la cifra de muertos podrían llegar a 4.000.
En Qatar -el país-marca que Messi, Neymar y Suárez llevan en su pecho- están prohibidos los sindicatos y no existe el salario mínimo. Rige un sistema llamado "kafala", según el cual cada trabajador está vinculado a quien lo contrata, quien es su "patrocinador". Quiere decir que cada trabajador depende de la voluntad de su empleador para tener acceso al sistema de salud, y que debe contar con su permiso para salir del país y hasta para cambiar de empleo si lo desea. No hablemos de establecer una demanda por un contrato incumplido.
Muchos inmigrantes viven hacinados en alojamientos o campamentos que a veces carecen incluso de electricidad y agua corriente.
Según la crónica de El País, los nepalíes en Qatar "se alojan en campos de trabajo pequeños e insalubres donde cientos de personas conviven hacinadas compartiendo una cocina y pocos cuartos de baño. Una gran mayoría trabaja de 10 a 14 horas diarias, a menudo soportando temperaturas que alcanzan los 55 grados. Como consecuencia del ritmo de trabajo agotador e inhumano, muchos son incapaces de sobrellevar el cansancio y mueren a causa de un fallo respiratorio o cardíaco".
Son infartos, dice el gobierno de Qatar.
El informe 2014/2015 de Amnistía Internacional sobre Qatar denuncia que ni siquiera se cumplen las escasas leyes laborales locales, que muchos inmigrantes trabajan más horas de las permitidas y no cobran los salarios pactados. "Algunos empleadores no les pagaban el salario, y otros no les expedían permisos de residencia, dejándolos indocumentados y en peligro de ser detenidos", dice el informe. "Pocos trabajadores guardaban ellos mismos sus pasaportes, y algunos empleadores les negaban los permisos necesarios para abandonar el país. Los trabajadores de la construcción estaban expuestos a condiciones peligrosas. La Ley del Trabajo prohibía a los trabajadores migrantes afiliarse a sindicatos o formarlos".
Periodistas extranjeros y activistas de los derechos humanos que han tratado de reportar estos abusos han sido encarcelados, sin mayores explicaciones. La última vez ocurrió hace tan solo diez días con dos periodistas de la BBC.
"Es simplemente inaceptable que uno de los países más ricos del mundo tenga a tantos trabajadores inmigrantes que están siendo explotados sin piedad, a los que se les roba su paga y que se quedan sin medios para sobrevivir", denunció el secretario general de Amnistía Internacional, Salil Shetty.
Hasta Visa, uno de los principales patrocinadores de FIFA, emitió recientemente un comunicado señalando: "Seguimos consternados por los informes que salen de Qatar sobre la Copa del Mundo y las condiciones de los obreros migrantes".
Consternados, pero allí siguen, alimentando el circo.
El resumen del informe de Amnistía Internacional sobre Qatar dice: 
"La población trabajadora migrante seguía sin recibir protección adecuada de la ley y padecía explotación y abusos. Las mujeres sufrían discriminación y violencia. Las autoridades restringían la libertad de expresión, y los tribunales no respetaban las normas sobre juicios justos".
Mientras todos ponen el grito en el cielo por la corrupción en la FIFA, esa es la camiseta que el modelo del fútbol lleva en su pecho.

30.3.15

Todos viajamos a Brasil

Buscando documentos para un libro que estoy preparando, di con un archivo digital muy interesante. En él figuran, entre muchos otros documentos, las visas para entrar a Brasil que se tramitaban en los años 40, 50 y 60.
Estaba, por ejemplo, el documento tramitado por mi abuelo, a quien no conocí, que viajó a Brasil cuando cumplió 25 años de casado.


Encontré también un dato que no había podido obtener cuando escribí Liberaij.  Entonces supe, porque así me lo contó su hija, que uno de los cuatro argentinos que protagonizaron aquella trágica historia policial, Roberto Dorda, había vivido un tiempo en Brasil durante su juventud. Pero las fechas exactas y la duración de la estadía de habían perdido de la memoria de la familia.
Pues bien, en esta base de datos, hallé el visado tramitado por Dorda para entrar a Brasil. Tenía 19 años.

Roberto Dorda , visa Brasil, Liberaij

Cuando salga una nueva edición de Liberaij, podré precisar este punto.
El hallazgo me llevó a muchos otros y a otros. Pasé muchas horas buscando. Entre los hallazgos abundan los deportistas, que viajaban con frecuencia a Brasil, como hoy, para participar de diversas competencias.
Por orden alfabético, según los apellidos, algunas de las personas cuyos documentos figuran en este curioso archivo:

Luis Artime
Luis Artime

Washington Cataldi
Washington Cataldi

José Pedro Damiani
José Pedro Damiani (I)

José Pedro Damiani
José Pedro Damiani (II)


Clemente Estable
Clemente Estable

Wilson Ferreira Aldunate
Wilson Ferreira
Schubert Gambetta
Schubert Gambetta

Alcides Edgardo Ghiggia
Alcides Edgardo Ghiggia

María Esther Gilio
María Esther Gilio (I)
María Esther Gilio
María Esther Gilio (II)
Dogomar Martinez
Dogomar Martínez

Roque Maspoli
Roque Máspoli
Tita Merello
Tita Merello
Zelmar Michelini
Zelmar Michelini

Oscar Moglia
Oscar Moglia

Carlos Páez Vilaró
Carlos Páez Vilaró

Renzo Pi Hugarte (I)
Renzo Pi Hugarte (I)
Renzo Pi Hugarte
Renzo Pi Hugarte (II)

José Piendibene
José Piendibene

Adela Reta
Adela Reta

Pedro Rocha
Pedro Virgilio Rocha

Juan Alberto Schaiffino
Juan Alberto Schaffino

Carlos Sole
Carlos Solé

Alberto Spencer
Alberto Spencer

Enrique Tarigo
Enrique Tarigo

Aníbal Trolio
Aníbal Troilo

Obdulio Varela
Obdulio Varela (I)

Varela
Obdulio Varela (II)

La dirección de la base de datos: https://familysearch.org/

14.2.15

Los códigos del periodismo no son los del fútbol

Mientras todo Uruguay discutía y la prensa se inundaba de cartas y comunicados por el caso Da Silveira-Jonhatan Rodríguez, otra noticia deportiva merecía el trato opuesto: se la minimizaba o se la ridiculidizaba, de modo que quedara sepultada lo antes posible.
Ocurrió el 26 de enero, en el partido de Uruguay contra Brasil por el Sudamericano Sub20, cuando el joven futbolista brasileño Marcos Guilherme denunció que el uruguayo Facundo Castro lo había insultado durante el partido con epítetos racistas, al llamarlo varias veces "macaco".
La denuncia se conoció apenas terminado el partido, cuando el director técnico de Brasil, Alexandre Gallo, llegó a la conferencia de prensa con cara de pocos amigos y dijo: “Estamos muy shockeados con esto. (...)  Yo trato de sacar lo bueno de cada cosa mala que sucede, pero de esto no tengo nada bueno que sacar. Es algo ruin, algo que no podemos admitir”.


***

Como un calco de lo que ocurrió con la mordida de Luis Suárez en el Mundial, los dirigentes uruguayos se aferraron a negar todo.
No sabemos. No vimos nada. El árbitro no escuchó nada.
Entrevistado por Mario Bardanca en radio Uruguay, el secretario general de la AUF Alejandro Balbi dijo que no podía "afirmar ni desmentir” la denuncia. Pero a continuación arrojó sospechas sobre la conducta de Marcos Guilherme: "me llama poderosamente la atención que un jugador uruguayo use un término que es netamente portugués, netamente brasileño, me cuesta entenderlo”.
¿Le llama la atención a Balbi que un uruguayo llame "macaco" a un brasileño?
El argumento es increíble, ya que el insulto es repetido y común y corriente desde las luchas de la independencia hasta nuestros días.
Ese tipo de argumentación le costó muy caro a Uruguay en el caso Suárez, pero tal parece que la lección no fue aprendida.
Balbi agregó luego que "los brasileños le hacían acordar al cuento del pastor mentiroso". Y manifestó que en Brasil el tema del racismo está a flor de piel luego de un episodio padecido por el golero del Gremio, pero en Uruguay no. "Es un tema de ellos. Afortunadamente el Uruguay no está metido en ese tema como lo está Brasil".
¿En Uruguay no hay racismo? ¿En el fútbol uruguayo no lo hay?
A propósito del caso, el diario El Observador recordó algunos antecedentes:
- En 2011 los jugadores de la selección uruguaya sub 17 fueron acusados por el técnico de Congo, Eddie Hudanski, por burlarse de sus dirigidos haciendo señas referidas a simios.
- En 2012 la hinchada de Central Español le tiró bananas al golero de Progreso, Jorge Rodríguez, además de dirigirle insultos racistas. Ya le habían pasado cosas similares antes.
-En 2013 Danubio fue sancionado por los insultos racistas que su hinchada le dirigió al colombiano Flavio Córdoba.
Ninguna de las afirmaciones del dirigente mereció una repregunta de parte del periodista.

***


Tras el partido, las cámaras de televisión buscaron la palabra del chico acusado, Facundo Castro:
“La verdad que ellos estaban muy preocupados por lo que no era el tema futbolístico, siempre apelaban a cosas extrafutbolísticas. Espero que se preocupen un poquito más por jugar, que por la cosa extrafutbolística", dijo, sin responder si le había dicho macaco a Marcos Guilherme o no.
-¿No pasó eso? -le preguntó un periodista, pretendiendo aclarar el asunto.
-No, no tengo idea -respondió Castro, poniendo más énfasis en el "no tengo idea" que en el no.
Como la respuesta no había sido del todo clara, otro periodista (al que me gustaría felicitar porque fue de los pocos en este caso que cumplió con lo que se espera de un periodista) repreguntó:
-Guilherme apuntó específicamente a que fuiste vos (el que dijo) eso. ¿Qué podés decir al respecto?
-No, no, no tengo idea.

***

Marcos Guilherme, Facundo Castro, racismo, macaco
Marcos Guilherme, número 11
En mi trabajo me habían encomendado que escribiera cuatro semblanzas de cuatro de los chicos que disputaban el sub20, valorando su nivel de juego, pero sobre todo su historia de vida. Uno de los que elegí fue justamente Marcos Guilherme, y su historia puede leerse aquí. Cuando ocurrió la denuncia yo ya había tenido cuatro entrevistas con Marquinhos, como lo llaman sus compañeros, un muchacho muy tímido pero de sonrisa fácil, muy humilde, hijo de un policía y una profesora que a los 12 años partió de su hogar detrás del sueño de triunfar en el fútbol.
No habían sido largas entrevistas, porque el ritmo que le imponen a estos jovencitos hace difícil conseguir media hora para charlar con ellos. Hay que negociar las entrevistas con el encargado de prensa, que a su vez necesita autorización del director técnico. Insistiendo mucho había logrado conversar con Marcos Guilherme tres veces en el Campus de Maldonado, en lo que se llama la "zona mixta", un espacio donde se permite que los periodistas aborden a los jugadores, entre la salida del vestuario y el ómnibus que los espera para llevarlos al hotel. La cuarta vez, la más larga, fue al término de un entrenamiento, en la cancha del hotel del Lago, en Solanas.
Pero, aunque breves, cuatro charlas son cuatro charlas y a esa altura Marcos Guilherme me conocía. Cuando terminó la conferencia de Alexandre Gallo y luego de recoger las declaraciones de algunos de los chicos uruguayos fui a la zona mixta brasileña, y tuve mi quinta y triste entrevista con Marquinhos.
No había otros periodistas uruguayos. ¿No era importante conocer su versión de lo ocurrido? Si la denuncia generaba dudas, ¿no era preguntándole que se podían aclarar?
Parecía que no.
Esperé en un rato y apareció Marcos Guilherme. Me reconoció y me sorprendió porque enfiló en forma directa hacia mí. Tenía la cara transmutada, estaba consternado y se le notaba. "¿Macaco es un insulto racista, no?, me preguntó sin esperar.
Yo no estaba preparado para responder, había ido para hacer las preguntas. Pero Marquinhos, en su dolor, solo quería explicaciones.
-Es una palabra ambigua -le dije.
Pensé para mis adentros que "macaco" es un modo despectivo que tenemos los uruguayos para llamar a los brasileños en general, pero me dio vergüenza decírselo.
Opté por decirle que no creía que Facundo Castro fuera racista. Le dije que para los uruguayos los partidos contra Brasil y contra Argentina son como guerras, y que él se había destacado en el campeonato, y seguro que Castro le dijo eso para sacarlo del partido, sin medir las connotaciones.
“Una cosa es jugar fuerte, incluso tratar de provocar verbalmente al rival. Pero el racismo es otra cosa", me respondió. "No lo puedo admitir”. Además, agregó, no habían sido una ni dos veces. ¡Habían sido muchas veces!
Estaba desconsolado. Negaba con la cabeza, para un lado, para el otro. No podía encontrarle una explicación válida. Me dijo que en el partido se había sentido furioso, pero ahora estaba muy triste.
Le palmee la espalda primero y la nuca después.
De ninguna manera parecía alguien que estuviera mintiendo. Todo lo contrario.

***

Julio César Gard comentó el caso en Twitter:



Luego dijo que fue una "broma" y, al mismo tiempo, laudó que Castro no había insultado a a Marcos Guilherme:





Alberto Kesman bajó línea en Teledoce rezongando a Marcos Guilherme y dando a entender que había inventado todo:
"Hay una diferencia entre los jugadores uruguayos y este muchacho. Para los jugadores uruguayos lo que pasó en la cancha queda en la cancha. Estos muchachos siguen de largo hablando de cosas que de repente hasta no pasaron y que se inventan".
Luego agregó, con evidente satisfacción, que Facundo Castro "para demostrar que las cosas quedan en la cancha, dijo 'no sé nada'".
Roberto Moar, por su parte, entrevistó al otro día del partido (y de la denuncia) a Facundo Castro en su programa de radio Rock and Gol.
Fue una entrevista cómoda, más bien elogiosa, como si no hubiera pasado nada. Luego de cinco minutos hablando de cualquier cosa menos la denuncia que pesaba en su contra, Moar se sintió en la obligación de aclarar la situación. Le dijo a Castro:
"Sé que has consultado a los integrantes de la selección sobre si podías hablar de toda esta denuncia que se ha generado. Sabemos que te han dicho que no, lo vamos a respetar, también poniéndonos la camiseta de la selección".
"Gracias por el apoyo", respondió Castro.

***

Lo de Gard no vale la pena ni comentarlo.
Lo que Kesman defiende son los viejos códigos del fútbol, según los cuales no se debe contar lo que pasa dentro de la cancha. Son códigos que si los futbolistas, los jueces, los directores técnicos quieren seguir, bien por ellos. Están en su derecho.
Yo, personalmente, tengo especial desprecio por los pactos de silencio, una práctica que en ocasiones es presentada como un acuerdo de caballeros, pero que por lo general suele ser un convenio mafioso que se usa para ocultar las peores lacras de la sociedad (y el racismo es una de ellas). Pero, hay que admitirlo, la gente es libre para sumarse a acuerdos de este tipo. En Uruguay vaya si lo sabemos y vaya si lo padecemos.
El problema en el que Kesman parece no reparar es que el periodismo no está regido por los códigos del fútbol sino por los códigos del periodismo.
El código del periodismo nos mandata a informar al público lo que ocurre. Tratar de averiguar. No descalificar a priori a quien se atreve a denunciar algo.
Tampoco se puede aceptar, en términos periodísticos, hacer una entrevista a una persona si la condición es no preguntarle sobre el tema principal que la compromete. No sería admisible hoy entrevistar a la presidente de Argentina si la condición es no preguntarle sobre el caso Nisman. No se podría entrevistar a Netanyahu sin hacerle una pregunta sobre los palestinos. No se puede entrevistar a un líder de Hamas sin preguntarle sobre los cohetes que arroja sobre Israel. No se puede entrevistar a Dilma si nos prohíben preguntarle sobre los escándalos de corrupción de Petrobras.
Eso no es periodismo, es propaganda.
Hay otra gente especializada en eso.
Moar lo sabe y por eso se explica al final de la entrevista. Se suma al pacto de silencio, se justifica, porque se pone la camiseta de la selección uruguaya.
El problema, otra vez, es que la camiseta se la tienen que poner los jugadores. Los periodistas tienen otra camiseta, la del público.
Estoy leyendo un libro que pone los pelos de punta. Se llama Chechenia, la deshonra rusa y lo escribió en 2003 la periodista rusa Anna Politkovskaya.
El libro cuenta los abusos, brutales y repetidos, de las tropas rusas en contra de la población chechena. Anna era rusa y la acusaban de ser una traidora. "Se comporta usted como un enemigo", le escribieron unos oficiales del ejército ruso en una carta anónima, donde la acusaban de desafiar "el orden establecido" y la amenazaban si continuaba informando.
Anna respondió con unas líneas que deberían tener claras todos los periodistas del mundo:

  • "Los periodistas no ´desafían´el orden establecido, pues no es esa su función, sino que describen solo aquello de lo que son testigos. Es su deber; tal como es el del médico curar a un enfermo, y el de un oficial defender a su patria. La cuestión es muy simple: la deontología periodística nos prohíbe embellecer la realidad".


Anna Politkovskaya pagó con su vida su compromiso con el periodismo. La asesinaron en su casa, en Moscú, en 2006.
Es por gente como ella que estamos obligados a respetar nuestra profesión.
Informar al público es nuestra tarea, nuestro deber. Los periodistas creemos que informando al público lo que ocurre, sin pactos de silencio, sin poner por encima de la verdad los intereses de una selección de fútbol o un partido político, ayudamos a sociedad. La ayudamos porque los protagonistas de las noticias y el público reciben esa información y entonces están en condiciones de subsanar los errores, de tomar mejores decisiones, de corregir lo que se está haciendo mal, de hacerlo mejor la próxima vez.
Por el contrario, silenciando lo que está mal, ayudamos a que se reproduzca, a que crezca, a que mañana regrese magnificado.
En este caso estamos hablando de chicos de 19 años.


***

Al siguiente partido, la prensa brasileña le volvió a preguntar a Marcos Guilherme por su acusación a Castro. Respondió:
"Eso ya pasó, no me gusta mucho hablar de eso. Lo que puedo hacer es perdonar. Espero que él tenga conciencia de que erró, que no lo puede hacer de nuevo. Él tiene sus sueños, yo tengo los míos. No quiero que sus sueños se perjudiquen por una actitud que muchas veces se toma con la cabeza caliente, en un partido. Que Dios pueda bendecir su vida y que esto no acontezca más".

***




Este artículo de algún modo continúa los razonamientos de la entrada anterior, sobre el caso Da Silveira-Jonathan Rodríguez: 
http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2015/02/da-silvera-jonathan-y-la-lewinsky.html

12.2.15

Da Silvera, Jonathan y la Lewinsky

En los últimos días hubo dos noticias deportivas que nadie vinculó entre sí; con amplísima difusión y polémica pública una, casi totalmente silenciada la otra.
Ambas, sin embargo, están unidas por un tema muy importante: cuál es el límite entre lo público y lo privado, qué se debe informar y qué se debe callar en el periodismo.
La noticia súper publicitada y debatida fue la de los dichos de Jorge Da Silveira sobre Jonathan Rodríguez, y todas sus posteriores consecuencias.
La silenciada fue la del jugador de la selección uruguaya sub20 acusado de llamar "macaco" a colega brasileño.

***

A Da Silveira se lo condenó por meterse en la vida privada de Rodríguez (dijo que bebe y que algunos controles antidoping en Peñarol le dieron positivos) y por haberlo hecho antes otras veces con otros jugadores.
El comunicado de la Mutual de futbolistas señaló, por ejemplo que "nada" justifica "su referencia a aspectos que refieren a la intimidad de una persona".
Y esa fue la posición dominante entre los cientos o miles de opinadores. Nada justifica meterse en la vida privada de alguien. Así se piensa en Uruguay.
Lamentablemente, casi nadie ha recordado que ese no es un criterio universal, ni siquiera es el criterio más aceptado por los referentes de la ética periodística.
Eso es muy peligroso, ya que en este país donde reina el secretismo no necesitamos más mordazas.
No hablo ahora del caso Da Silveira-Jonathan. Hablo en general. No es cierto que NADA justifique meterse con la vida privada de alguien. Hay casos y situaciones que SÍ lo justifican.

***

Hay que decir otra cosa, además: los criterios que separan lo público de lo privado no son universales.
En Inglaterra, por ejemplo, tiene predicamento una visión extrema que sostiene que los personajes públicos no tienen vida privada.
Quienes la sostienen argumentan que ya sea la reina, un futbolista o un best-seller, todos ellos viven del público, obtienen su dinero de los impuestos o del favor de la gente y, por ende, se deben de cuerpo y alma al público: no tienen derecho a ocultarle nada.
Según este modo de ver, ese sería el precio a pagar por la fama, el prestigio y la riqueza que suele traer consigo la bendición de las masas.
Así, por poner un ejemplo extremo, en 1992 la prensa inglesa publicó las conversaciones eróticas entre el príncipe Carlos (¡ni más ni menos!) con su amante Camilla Parker, cuando su majestad estaba casado con Lady Di. En las conversaciones hechas públicas el príncipe Carlos le decía a su amante que deseaba convertirse en un tampón para poder "vivir metido en tus pantalones".
Hace unos años, cuando funcionaba la tecnicatura en periodismo deportivo en la universidad ORT, Gustavo Poyet dio una conferencia. Todavía era futbolista. Le preguntaron cómo hacía para vivir en Inglaterra, bajo el acoso de la prensa: "No hago absolutamente nada que no esté dispuesto a que sea publicado", respondió.
Conocía las reglas de juego.

***

Clinton Lewinsky, los límites entre lo público y lo privado
Hay otro criterio, menos radical que el de cierta prensa inglesa, que tampoco es el dominante en Uruguay (el de la Mutual).
Ese criterio, que se usa por ejemplo en Estados Unidos, mantiene que los personajes públicos sí tienen vida privada. Pero cuando sus actos privados afectan su desempeño público, entonces el público SÍ tiene derecho a conocerlo.
Es muy recordado el caso del affaire en 1998 entre el presidente Bill Clinton y Mónica Lewinsky, una becaria de la Casa Blanca con la que tuvo relaciones sexuales.
El caso fue ampliamente cubierto por la prensa estadounidense, en especial por medios republicanos o conservadores opuestos a Clinton, en un intento por desprestigiarlo. Hubo polémica respecto a si correspondía o no ventilar aquel lío de alcobas (más bien del Salón Oval) en la prensa, pero los medios que lo hicieron argumentaron que sí, porque la honestidad de Clinton como presidente estaba en entredicho. Decían que lo grave no era que Bill hubiera tenido relaciones con la Lewinsky, sino que le hubiera mentido a su esposa Hillary, negando la relación. "Si le mintió a su esposa, nos puede mentir a todos", aducían, con razón o sin ella. "Estados Unidos no puede tener un presidente mentiroso". Y siguieron adelante.
Por eso, Clinton para zafar tuvo que demostrar que no había mentido.¡Entonces redefinió las relaciones sexuales! Él le había dicho a Hillary que no había tenido relaciones sexuales y no le había mentido. No había habido penetración, a eso se había referido. Solo sexo oral.
Más allá de la anécdota y del caso (muy discutible y teñido de intereses políticos, por cierto), queda claro que el criterio que rigió aquí fue otro al que todos se aferran hoy en Uruguay: se trataba de una evidente intimidad, mucho más íntima y privada que las andanzas de nuestros futbolistas por los boliches de la noche montevideana. Sin embargo llegó a los medios y se hizo pública porque muchos entendían que ponía en juego la honestidad del presidente de Estados Unidos, o sea su desempeño público.

***


Dice respecto a este tipo de casos el prestigioso periodista colombiano Javier Darío Restrepo en el consultorio ético de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
"No se trata de informar cualquier cosa que excite la curiosidad del público. Hay hechos en la vida de los candidatos que pertenecen a su intimidad, que no afectarían su desempeño público y que deben ser respetados. Hay otros que sí  pueden interferir en una tarea de gobierno: la apendicitis del presidente Johnson de Estados Unidos, la diverticulitis del presidente Barco de Colombia, por ejemplo, y que deben ser conocidos por la ciudadanía".
Restrepo cita el libro Ética y medios de Comunicación, de Niceto Blázquez. Allí se explica:

"Ni el derecho a la información ni el derecho a la vida privada son derechos absolutos. Creerlo es una simpleza. Tanto la vida privada como la información tienen límites. Los criterios éticos en que están basadas esas limitaciones son los siguientes:
En primer lugar, el interés público, que no ha de confundirse con la curiosidad pública. Puede haber sectores públicos interesados en conocer la vida privada de los demás. Pero el informador responsable se cuidará mucho de no satisfacer deseos injustos e insanos.
A pesar de todo hay que mantener el principio de que una forma de conducta deja de ser íntima o privada para efectos informativos en la medida en que tiene repercusiones en la vida pública".


***

Vale recordar otro caso donde hubo un explícito choque de criterios sobre cuál es el límite entre lo público y lo privado.
En 2004, el corresponsal de The New York Times en Brasil, Larry Rohter, informó que el entonces presidente Lula bebía demasiado y que muchos brasileños se preguntaban si eso no afectaba su buen desempeño.
La reacción del gobierno brasileño fue furiosa y Lula expulsó a Rohter de Brasil. El New York Times, sin embargo, mantuvo que el artículo era correcto en cuanto a la información que contenía y justificado en términos periodísticos.
Unos días después, Lula dio marcha atrás y revocó la expulsión del periodista estadounidense.
Habían chocado dos criterios: el del NYT (se puede informar sobre la vida privada cuando afecta el desempeño público de una figura pública) y el dominante en Brasil, que es igual al uruguayo (no informemos nunca de la vida privada de un presidente, no importa lo horrible que sea).

***

Eso sí, hay algo que nunca cambia en el periodismo y que es inmutable. Rige para Inglaterra, Estados Unidos, Colombia, Brasil, Uruguay y cualquier otro país del mundo, para los que escriben de política o de fútbol. Es algo que hay que respetar siempre:
La información que damos tiene que estar confirmada.
No publicamos rumores ni información sin confirmar. Que una fuente nos diga algo falso no reduce la magnitud de nuestro error si lo difundimos. Nuestro trabajo es dar información confirmada. Y cuánto más controvertido o espinoso es el terreno que pisamos, el doble o el triple de celo profesional debemos poner en asegurarnos que la información esté confirmada.
Da Silveira, luego de divulgado el uso interesado que el club Benfica de Portugal estaba dando a sus declaraciones, hizo conocer un comunicado donde señaló que se retractaba de sus dichos sobre Jonathan Rodríguez:
"Debo retractarme, una vez que reconocidos dirigentes de la Asociación Uruguaya de Fútbol, representantes de la Asociación Uruguaya de Futbolistas Profesionales y profesionales de la medicina y el deporte, que merecen no solamente mi respeto sino mi más alta consideración, me llevaron a aquilatar un presente de este jugador que, debo admitir, no conocía al momento de realizar mis afirmaciones".
Agregó:
"No ha habido en su club, como erróneamente me informara una fuente, controles antidopaje que no fueran superados por el señor Jonathan Rodríguez. Pido disculpas por haberme hecho eco de una versión tan dañina no solamente para el jugador, sino para su familia y para el ser humano. La falsedad de esta versión la he comprobado dialogando con más fuentes, incluyendo al prestigioso cuerpo técnico del Club Atlético Peñarol. También a partir de conversaciones que en las últimas horas mantuve con sus entrenadores y preparadores físicos en el club".

***

A diferencia de lo que dice la Mutual, puede ser perfectamente válido informar de aspectos de la vida privada de un político, un funcionario o un jugador de fútbol siempre y cuando estos afecten en forma comprobada su desempeño público.
Lo que no puede defenderse nunca es a un periodista que informa cosas que luego admite que han cambiado de modo sustancial, o que da cuenta de exámenes que dieron positivo y luego resulta que nunca habían dado.
Eso no se puede justificar dentro de los márgenes del buen periodismo.
Da Silveira no hizo lo que Larry Rohter en Brasil, que se mantuvo firme en que la información que había dado sobre Lula era verdadera y que correspondía que el público lo supiera.
Por eso Rohter salió bien parado de su escándalo y Da Silveira no.

***


 Quedó demasiado largo. Dejo para la próxima entrada explicar qué tiene que ver este caso con el del jugador uruguayo que le dijo "macaco" a Marcos Guilherme: 
http://leonardohaberkorn.blogspot.com/2015/02/m-ientras-todo-uruguay-discutia-y-la.html )

30.1.15

Cuatro historias Sub20

Marcos Guilherme, Juan Quintero Fletcher, Diego FagúndezMe tocó cubrir el Sudamericano Sub20. Además de informar sobre los resultados de los partidos y los autores de los goles, mis editores de la agencia Associated Press (AP) me encargaron que descubriera cuatro historias de vida entre los jóvenes futbolistas. Son las historias de un brasileño, un colombiano, un uruguayo y un argentino. Dejo varios enlaces por si, como suele ocurrir, alguno deja de funcionar. Las imágenes corresponden a las fichas repartidas por sus respectivas federaciones.


Juan Quintero: capitán holístico de Colombia:

En Yahoo Noticias:
En El País de Cali:
En 20 Minutos.com:



Juan Quintero, Deportivo Cali


Fagúndez: el seleccionado que Uruguay le sacó a Estados Unidos:
En La Voz, de Houston, EE.UU:
En Pulso, de San Luis, México:
En el USA Today (en inglés):

Diego Fagúndez, New England Revolution

Marcos Guilherme: el crack que dormía abrazado a la pelota:
En RPC, de Panamá:
En Netnoticias, de México:
En El Comercio de Lima:

Marcos Guilherme, Atlético Paranaense


Giovanni Simeone: el goleador que solo piensa en fútbol:
En Winnipeg Free Press (en inglés):

Giovanni Simeone, goleador, Argentina, River Plate


29.11.14

Chespirito: la ternura del Chavo y el gol de la Fiera

Yo estaba empezando en el periodismo y trataba de ganarme un lugar en la redacción del semanario Aquí, colocando notas.

En la contratapa de cada edición iba una entrevista, de preferencia a un famoso. La sección llevaba ya años, los personajes se estaban agotando, y pronto me di cuenta que era un dolor de cabeza para los jefes y una gran oportunidad para mí.

No había un periodista que se encargara en forma específica de esa entrevista. La redacción no era numerosa y los mismos que cubrían las noticias políticas, culturales y sindicales se rotaban para llenar esa sección del semanario. No daban abasto.

Muy rápido capté que si yo conseguía entrevistar a gente importante o con algo interesante que decir, tenía una publicación segura. Las cobraba y, más importante aún, allanaba el camino hacia mi gran objetivo: entrar en la redacción.

Aquí era un semanario político, pero igual me ingenié para publicar una entrevista al "Bombón" González, que estaba retirado del fútbol y, después de sus años de gloria en Peñarol, trabajaba de portero en una humilde casilla. También entrevisté a la actriz Mecha Bustos y al periodista Miguel Muto. Aproveché un viaje familiar a Buenos Aires para entrevistar al gran Berugo Carámbula. Eso gustó. Entonces me di cuenta de algo importante: cuando una figura de prestigio internacional visitaba Uruguay, los periodistas del semanario no siempre tenían tiempo de hacer todas las gestiones y persecuciones que suelen implicar las luminarias. Yo tenía tiempo y ganas de sobra. Entrevisté a Roberto Fontanarrosa y León Gieco. Al fin me gané mi lugar. La entrevista a Chespirito la hice después, cuando ya estaba dentro del equipo fijo de Aquí, ocupándome de noticias políticas. Pero había adquirido el hábito de cazar a los famosos y la pasión por entrevistar seguía. Además, ¿cómo dejar pasar al Chavo por Montevideo sin hablar con él?

La entrevista a Roberto Gómez Bolaños se publicó el 26 de enero de 1988, no sé la fecha exacta en que ocurrió, quizás en los últimos días del 87 o los primeros del 88. Chespirito había venido con su elenco a Uruguay para realizar una única función en el Cilindro. Se alojaba en el Victoria Plaza. No recuerdo cómo fue que combiné para encontrarnos en el lobby del hotel. Creo que hablé con él mismo... ¿será posible? Yo era un ilustre desconocido trabajando para un pequeño semanario casi artesanal. Sea como sea que haya sido, el encuentro quedó pactado.

Llegué al Victoria Plaza preguntándome si alguien tan famoso no me dejaría plantado. No había otros periodistas. Chespirito no demoró en aparecer.

Lo que sigue fue lo que charlamos. Empezamos hablando del Chavo y terminamos con Peñarol, que acababa de salir campeón de América. Seguro que no es una entrevista memorable, pero para mis afectos es eso y mucho más.






Chespirito Chapulín Colorado Chavo
La entrevista la ilustró Pepe Infantozzi



-¿Cuándo nació y quién es el Chavo?

-El Chavo nació hasta casi 17 años. Chapulín nació un poco antes, va a cumplir 18. El Chavo es un niño tierno, bueno. No sabe mucho por falta de vitaminas, no por falta de voluntad o de estudio. Él quisiera saber más. A pesar de ser muy pobre -carece de muchas cosas-, tiene el gran don de la vida. Y con eso quiere demostrar que teniendo vida hay esperanza y se puede, inclusive, ser feliz.

-¿Y usted dónde y cuándo nació?

-Nací en la capital de México, en el Distrito Federal, hace muchos años.

-¿Por qué cree que el Chavo, al menos en Uruguay, ha sido el más exitoso de sus personajes?

-Creo que es algo que ha sido sucedido en todos lados. Ha sido un camino un poco curioso. El Chapulín Colorado abrió las puertas. En líneas generales, abrió las puertas de toda América Latina , no sólo para mí sino para la televisión mexicana. Después del Chapulín Colorado empezaron a adquirir series o telenovelas u otros programas humorísticos mexicanos. Desde ese punto de vista le tengo mucho cariño. Pero creo que el Chavo tiene algo más. En el sentido de que no solo es hacer reír sino que digamos que hay un mensaje. Sobre todo un mensaje de ternura, de cariño, al Chavo. Hay gente que me ha dicho: "A mí no me hace reír, pero te quiero". Bueno, pues eso es más valioso que hacer reír. Yo creo que implica cariño.

-¿Usted es de origen humilde como el Chavo?

-No. Tampoco rico, ni mucho menos, pero un poco arriba de ese nivel. Solo que yo viví en un barrio que podría calificar de altamente democrático. Jugábamos lo mismo nosotros, que éramos el punto medio, con el niño de la casa más rica que nos invitaba a ella, que con el niño que vendía periódicos o con el que hacía mandados en la carnicería. Todos nos llevábamos muy bien.

-¿Es común eso en México?

-Quizás ahora ya no tanto, desgraciadamente. Se han establecido un poco más algunas fronteras, sobre todo en algunos lugares. Fue más común antes. Yo desde luego lo viví, y creo que de esas experiencias he extraído mucho.

-¿Usted realiza otro tipo de actuaciones?

-Desde mediados del 84 a mitad del 85 estuve un año entero en una obra, una comedia musical, que escribí, dirigí, actué, etcétera. Tuvo un éxito extraordinario, rompió todos los récords de recaudación para una obra mexicana. Había hecho algo antes de teatro y cine, no muy constantemente. Escribí mucho y ya en un plan estelar he hecho cuatro películas: El Chanfle, El Chanfle II, Chespirito Kid -que en otros lados se ha llamado Charrito- y otra más, Don Ratón y Don Ratero, que es un poco parecido a lo que venimos haciendo en esta gira. En el ambiente de los años 20, con mucha música y la sorpresa enorme de mi esposa, Florinda Meza, que es una extraordinaria cantante y estupenda bailarina. Afortunadamente han tenido todas un éxito muy grande.

-¿Le disgusta que la gente lo encasille como el Chavo? Porque todas estas obras no ha sido estrenadas en Montevideo, por ejemplo.

-Únicamente como el Chavo no me gustaría, pero a mí no me molesta que me identifiquen con ningún personaje. No les tengo envidia, como sé que ha sucedido con algún actor alguna vez. Yo los quiero, me han dado de comer, me identifico en algunos detalles con ellos, pero solamente en detalles. Yo sigo siendo yo, un adulto consciente que actúa. Represento a un personaje, pero no soy él.

-¿Es un esfuerzo para un adulto representar tanto tiempo el papel de un niño?

-Cualquier actuación representa un esfuerzo. Para mí es igual que cualquier otro personaje. Yo no pretendo hacer creer al público que soy un niño, sino que acepte esa caracterización. Me representa más problemas hacer Chaparrón Bonaparte, uno de los Chifladitos, porque debe mantener una expresión pequeña sin desbordamiento, y es difícil dar una imagen así.



-Además de su esposa, ¿alguno de los otros actores tiene una vinculación con usted?

-Sí. Hasta me han acusado de nepotismo (risas). Desde hace algún tiempo mi hermano, que representa al grupo, hace un pequeño papel, Godines, en la escuela. Y ahora viene también mi hijo, que hace algunos papeles en la gira. Él acaba de terminar la escuela de ciencias de la comunicación. En realidad, está más tiempo detrás de la cámara, es el editor de programa. Una responsabilidad muy grande, pero lo hace muy bien. También es un excelente actor, aunque creo que le gusta más estar detrás de la cámara. Ahora, es el único hombre que baila bien, los demás lo intentan. Bueno, yo me defiendo también.

-Su hijo creció viendo al Chavo. ¿Qué le parece?

-Pues, ¿creerá que no se lo he preguntado? (Se ríe). Le gusta todo eso. Incluso en la escuela, por ser una escuela de ciencias de la comunicación. han juzgado los programas. Mi programa se ha usado, por lo menos que yo sepa, por ocho alumnos de diferentes escuelas como base para sus tesis profesionales en esa carrera.

-Los programas mexicanos que llegan a Uruguay parece que no llegaran al nivel de el Chavo, en especial las telenovelas. ¿Usted cree que es buena le televisión mexicana?

-Las telenovelas a mí particularmente no me gustan porque los escritores, que son el fundamento de cualquier programa dramatizado, no son muy buenos. Por otro lado, somos en México el programa de mayor trascendencia. Entonces, suena un poco a presumir, pero creo que hay cosas buenas y a veces no llegan las mejores. Algunas inclusive no tendría objeto que llegaran.

Por ejemplo, la empresa donde yo trabajo, Televisa. Considero que en todo el mundo no existen técnicos mejores que los suyos para transmitir un juego de fútbol. Y yo he visto fútbol -como es una de mis pasiones- en todo el mundo. No creo que haya canal que lo haga mejor. Tenemos, claro, la experiencia de dos Mundiales, y en México vemos los partidos de Argentina, de aquí, de Europa. Pero eso no creo que interese mucho traerlo acá, porque no creo que interesen mucho los equipos mexicanos. Interesa la telenovela, que creo ha sido la especialidad en México. Y destaca por encima nuestro programa porque la trascendencia ha sido mayor. Es el único programa que se transmite en 20 países.

-¿Le gusta tanto el fútbol?

-Uh, me encanta. Soy hincha del América de México. Deberíamos estar jugando con Peñarol la Copa Interamericana, porque había un acuerdo anterior para jugar el campeón de la Libertadores de América con el de la Concacaf. Pero parece que ya no les interesamos mucho (risas). Ya ha sucedido dos veces que nuestros campeones vencieron a los del sur. Cuando Boca fue campeón, precisamente nosotros, el América, le ganamos. Me encanta el fútbol.

-¿Va al estadio?

-No, porque la gente me molestaría y, aparte, en la televisión se ve estupendo. Tengo un par de televisores, y podría tener cuatro, porque tenemos cuatro partidos simultáneamente en México y estoy con un control remoto fichando uno y otro.

-¿Vio los partidos de Peñarol por la Copa Libertadores?

-Sí. Tuvieron buena suerte, ¿eh? En el último momento. Aguirre fue, ¿verdad? Allá hemos tenido a muchos jugadores uruguayos. Si hay un país que se distingue en fútbol es precisamente Uruguay.

-También le gusta la música. Al menos ha trabajado en comedias musicales.

-Sí, pero ahí creo que me quedé un poco atrás. La música moderna me cuesta trabajo, la muy ruidosa. Pero sí me gusta mucho la música.

-¿Y al Chavo no le gusta la música moderna?

-No sabe el pobre, no sabe.


23.11.13

El Fantasma de 1950 nos persigue a nosotros

Por favor, que no se tomen estas líneas como falta de admiración por la hazaña de los campeones de 1950. No seré yo quien minimice en un blog la gloria que ganaron en la cancha. Tampoco quisiera que fueran tomadas como una falta de reconocimiento y cariño a la selección que en forma tan meritoria obtuvo el cuarto puesto en Sudáfrica 2010. De mi parte, todo lo contrario.
Sin embargo, y después de tanta celebración al Fantasma del 50, no puedo dejar de decir dos frases al respecto:

a) Después de Maracaná, Brasil ganó cinco Copas del Mundo. Uruguay ninguna.

b) El Fantasma de 1950 ya no persigue a Brasil. Nos persigue a nosotros.


Brasil sacó, es evidente, las lecciones correctas de aquella dolorosa derrota. Hoy sus equipos son temidos en todas las canchas del mundo, en el campeonato que sea. Aunque su liga no pueda mover el dinero de la española o la italiana, los brasileños son la principal potencia del mundo del fútbol. Se han aburrido de ganar Copas del Mundo. Han compensado con creces Maracaná.
Nosotros, en cambio, nunca más ganamos. Desde hace 63 años vivimos recordando aquel día. Como dijo Pablo Da Silveira cuando comenté esto mismo en Twitter:


Maracaná


Tiene razón Da Silveira. Maracaná -la culpa no la tienen los campeones- nos paralizó. Nos paralizamos, y no solo en fútbol. Llevamos décadas intentando que se repita, que vuelva Maracaná, que regrese el paraíso batllista (¿existió?), que otra vez seamos los campeones del mundo, sin entender siquiera por qué aquello tan maravilloso ocurrió.
Sacamos la lección incorrecta. Mientras las selecciones brasileñas cada vez jugaban mejor, nosotros creímos que la clave de aquella hazaña fue la pelota abajo del brazo del Negro Jefe. Apostamos a la "garra charrúa" mientras se repetía que el exquisito Juan Alberto Schiaffino era un pecho frío.
Soñando con nuevos Maracaná, creímos que ganar era así de fácil y caímos cuesta abajo en la rodada. Mientras los demás daban vueltas olímpicas, mientras otros países que no sabían jugar al fútbol aprendieron, la televisión mostraba en vivo al Tano Gutiérrez apretándole el cogote a un belga y al Pato Sosa despeinando a Cristino Ronaldo.
Aunque muchos se enojaron, entendí por qué Diego Lugano mandó al diablo al Fantasma de 1950. Porque esta última selección fue la primera en mucho tiempo que quiso sacarse de encima las cadenas de todos los fantasmas que el fútbol uruguayo viene arrastrando desde hace décadas. Estos futbolistas en Sudáfrica salieron a la cancha sabiendo que ganar no es así de fácil. Que no basta con apretarle el cogote a uno, despeinar a otro, meter un planchazo y meterse la pelota abajo del brazo. Con sacrificio, fueron a hacer lo mejor posible, a ganar o perder jugando al fútbol. Y no les fue mal. Lo que lograron en África y reafirmaron en la Copa América -y que pareció replicarse en algunas selecciones juveniles-, fue una gran alegría para todos y también la esperanza de un ciclo nuevo, no atado a los errores del pasado. Babosear, festejar nuestra supuesta viveza, ganar antes de salir a la cancha, creer que los demás nos tienen miedo, pensar que estamos destinados a la gloria por destino manifiesto, todo eso es parte del viejo repertorio. Es el tango que nos hizo mal. El pozo. El fantasma que nos persigue y no nos quiere soltar.


Pato Sosa Cristiano Ronaldo




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12.10.13

Una historia triste y la previa perfecta

Me preparé para leer el libro sobre Fabián O´Neill como para ir a una fiesta. Porque sé que sus autores son cultores del buen periodismo. Y porque esperaba leer de la vida de un crack capaz de dejar de lado los famosos "códigos del fútbol" para contar algunas verdades y hacerme reír con sus anécdotas.
Sin embargo, conforme avanzaba las páginas, me invadió una enorme tristeza. Hasta la última gota, de Federico Castillo y Horacio Varolies un libro triste, muy triste.
Fabián O´Neill Federico Castillo Horacio Varoli
Quiero explicarme bien. El libro no es malo, al contrario: está muy bien escrito y es un buen resumen de la vida de O'Neill. Pero lo que te angustia es lo que se cuenta, porque la vida de este crack es un catálogo de penurias, no falta casi ninguna.
El resumen podría ser así: Fabián O´Neill era un muchacho bueno y dotado de una doble condición tan rara como extraordinaria: una impresionante fuerza física y una notable habilidad para jugar al fútbol, la mezcla perfecta, una combinación improbable, casi imposible, entre Messi y el Indio Olivera.
Pero no resultó bien. No obtuvo grandes títulos ni grandes triunfos. Las anécdotas que se recuerdan de su carrera, la mayoría, son más patéticas que risueñas: jugar un partido borracho y rogarle al técnico para salir por no poder tenerse en pie, por ejemplo. Pasó por Italia sin conocer el país y sus maravillas, prefería quedarse encerrado en los hoteles. Tampoco aprendió el italiano: otros futbolistas uruguayos, de origen tan humilde como el suyo, sí aprendieron y le traducían. Se retiró a los 29 años cuando los cracks están en su esplendor. Hoy tiene 39 y ya perdió los diez millones de dólares acumuló como futbolista profesional. También las propiedades. Fue procesado por la Justicia. Tiene dos hijas adolescentes a las que casi no ve y con las que tiene un trato frío, lejano, distante.
La vida entera sacrificada en el altar del alcohol. Todo muy triste para un muchacho que, además, todos dicen que es un gran tipo.
El libro, por suerte, termina con una luz de esperanza. O´Neill tiene una esposa que lo quiere, un hijo chico al que está criando y, lo más importante, dice que no está tomando más.
Esperanza que se encargaron de destruir un sinfín de programas televisivos que, como buitres, corrieron presurosos detrás de O´Neill para mostrarlo una y otra vez, sin pudor y sin piedad, tomado, contando historias de borrachos y explicando que nunca dejará la bebida. ¿No tienen vergüenza en ganar puntitos de rating de un modo tan bajo?
Hasta la última gota debería usarse como texto en los liceos. Porque no hay mejor retrato de los peligros del alcoholismo. La lectura deja en claro que ser borracho no es divertido, tal como parecen sugerir los conductores televisivos que se matan de risa mientras curran en forma alevosa mostrando hoy al ex futbolista.
O´Neill tuvo una infancia díficil, según cuenta el libro, y comenzó a beber a los 9 años. Vamos camino a tener muchas historias como la suya. Las estadísticas de la Junta Nacional de Drogas dicen que cada vez los chicos se inician antes en el alcohol. Ahora estamos en los 12 años. A los 14 años los que beben llegan al 54%. El 60% de los liceales que toma (o el 29% del total) bebió al menos una vez en el último mes una cantidad peligrosa de alcohol: eso implica meterse en el cuerpo, en una misma ocasión, más de dos litros de cerveza, o 3/4 litros de vino o cuatro o más medidas de bebidas destiladas. Toman para emborracharse. Los comas alcohólicos entre adolescentes uruguayos son casi tan frecuentes como la gripe. Las muertes por accidentes de tránsito debidas al alcohol son una epidemia. Mientras tanto, hay empresas que hacen avisos como éste, pregonando con alevosía que "la previa 100% perfecta" (los chicos de 12 y 13 ya hacen previas) es con vodka, sobre todo, y también con whisky.
whisky vodka
Responsabilidad empresarial. Autorregulación publicitaria. Infotainment televisivo. Hay muchos cretinos alrededor nuestro.
Ojalá O´Neill no dé más entrevistas.
Ojalá deje la bebida.
Ojalá tenga suerte con su hijo chico.
Ojalá su historia no se repita.
La noche es de los que salen, pero la vida es un drama para los niños que beben y para todos los alcohólicos.





5.7.13

Ya están (luciéndose) en las librerías

Ya llegaron a las librerías los dos nuevos libros que había anunciado: Carbonero querido, una historia de Peñarol para niños, y la reedición después de diez años de agotado de Pablo Bengoechea, la clase del Profesor. Es difícil decir cuál quedó más lindo.
El genial diseño de tapa de esta edición de bolsillo de la biografía de Bengoechea es mérito de Anabella Corsi: una maravilla inspirada en la fotografía clásica del Profesor festejando el Quinquenio. Noten, en la parte superior, el código de barras con los colores de las camisetas defendidas por Bengoechea: Wanderers, Peñarol, la selección y Sevilla (también defendió unos meses a Gimnasia y Esgrima).

La biografía de Pablo Bengoechea

Carbonero querido es una pequeña obra de arte en la que se destacan la portada y las 15 láminas interiores realizadas por el ilustrador Federico Murro. Dejo aquí algunos ejemplos:

Una historia de Peñarol para niños

Piendibene

Hohberg, Miguez, Vidal, Ghiggia, Schiaffino
La delantera de la Máquina del 49:
Hohberg, Vidal, Míguez, Ghiggia y Schiaffino.

Goleador histórico Spencer
Alberto Spencer

El máximo goleador aurinegro, Fernando Morena
Fernando Morena

Aguirre y su gol en el último segundo
Diego Aguirre


Otras láminas retratan a Juan Delgado, Isabelino Gradín, Gideon Silva, Lorenzo Fernández, Álvaro Gestido, Obdulio Varela, Pedro Virgilio Rocha, Ladislao Mazurkiewicz, Pepe Sasía, Roberto Matosas, Pocho Cortés, Luis Cubilla, el Pardo Abbadie, Tito Goncalvez, Pablo Bengoechea y Antonio Pacheco. El diseño de interiores es de Ana Botella. Aquí pueden leer un adelanto. También pueden visitar la página en Facebook.
Ojalá les guste.


@leohaberkorn
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